7.8.14

Prevencion de la violencia juvenil. Modelos de intervencion

MODELO CONDUCTUAL

De la conceptualizacion del modelo conductual sobre los trastornos de conducta se han derivado programas basados en el aprendizaje operante y otros fundamentados en el aprendizaje social.
imagen violencia juvenil
En el aprendizaje operante se han utilizado, fundamentalmente, procedimientos de refuerzo negativo, de refuerzo positivo y de castigo. Los procedimientos de refuerzo negativo se basan en procesos de condicionamiento de escape o evitación, si la conducta se incrementó cuando la situación aversiva, en el primer caso, o si se incrementa la respuesta cuando evita la aparición del estimulo aversivo, en el segundo. Un ejemplo de este tipo de programas es el utilizado por Redondo, donde la puesta en marcha de conductas prosociales, tales como ir a la escuela o participar en actividades, y la evitación de conductas antisociales, del tipo de agresiones o peleas, posibilita a los sujetos realización de actividades placenteras (televisión, paseo, etc.) o disminución de estímulos aversivos como vigilancia y control (Redondo y otros, 1989).

En los procedimientos de refuerzo positivo se emplean estímulos (aprobación social u otros privilegios) de forma contingente a la emisión de una conducta adecuada, con el objetivo de mantener estas y otras respuestas parecidas. Con las técnicas de economía de fichas, por ejemplo, los sujetos obtienen fichas contingentes a la realización de conductas positivas  (asistencia a actividades) o a la no realización de comportamientos antisociales (peleas, robos, delincuencia...). 
imagen cursos violencia
En general, los sistemas de control de contingencias (economía de fichas, contratos conductuales, reforzamiento diferencial de otras conductas) son eficaces en cuanto a la adquisición de conductas adecuadas, así como en la participación de actividades académicas y culturales (Garrido, 1988).

Los procedimientos de castigo, tiempo fuera, coste de respuesta y sobrecorrección han sido más discutidos en cuanto a su eficacia, así como los efectos negativos en el clima grupal, ya sea a nivel institucional o familiar. Su uso estaría más indicado en la administración combinada con los procedimientos de refuerzo positivo, ya que pueden favorecer el éxito de estos últimos.



Entrenamiento de padres:

Las estrategias de entrenamiento de padres son un conjunto de procedimientos dirigidos a modificar la conducta de los niños en el medio familiar, actuando los padres como coterapeutas en el proceso.

El desarrollo de los modelos sobre las relaciones padres-hijos y su influencia en la conducta disocial, ha servido de base para el diseño de los programas de entrenamiento de padres. Todos los aspectos importantes o determinantes para la desviación (autoestima, estrés de los padres, relaciones con los iguales, fracaso académico, etc.) son unidades sobre las que se focaliza la formación de habilidades de competencia y manejo para que los padres la utilicen en el medio familiar, teniendo como objetivo la utilización de procedimientos específicos que modifiquen el patrón de interacción entre padres e hijos, de manera que se facilite la conducta prosocial y disminuya la aparición de conductas desviadas.

Son múltiples las habilidades sociales empleadas en los distintos programas de entrenamiento, sin embargo hay un grupo que por su utilización en distintos contextos suelen ser los más comunes:

- Habilidades de observación: obtener información, aclarar situaciones.
- Habilidades de atención: contacto ocular.
- Habilidades de conversación: fluidez del discurso.
- Habilidades de relación: cambios de tema de conversación.
- Expresión de actitudes: influir en otros.
- Rutinas sociales: disculparse, saludar...

El proceso de entrenamiento tienen cinco fases:

1. Sensibilización: discusión sobre su importancia y utilidad.
2. Modelado: representación por parte de un modelo de la habilidad de forma competente.
3. Práctica o ensayo conductual: ejercicios de role-playing.
4. Refuerzo y Feedback: información de la ejecución y refuerzo por la conducta competente.
5. Procedimientos de generalización: puesta en práctica de situaciones reales y en distintos contextos.


TRATAMIENTOS COGNITIVOS


Entrenamiento en la solución de problemas:

A partir de los trabajos de Spivack y Shure (1982) sobre la relación entre conducta social y procesos cognitivos de solución de problemas, es extensa la literatura y el acuerdo en que los procesos cognitivos (atribuciones, percepciones, etc.) tienen un papel importante en los problemas de conducta (Rubín et al, 1991). Se puede afirmar que la valoración que hace el niño de la situación y de cómo predice la intencionalidad y la reacción por parte de otros determina, en gran parte, su conducta en una situación interaccional específica. Si se perciben las situaciones como hostiles o agresivas es muy probable que reaccionen con un comportamiento ante estas características.

En este sentido el entrenamiento en habilidades de solución de problemas pretende dotar al niño y adolescente de estrategias cognitivas eficaces para abordar de forma exitosa los problemas interpersonales. En general, los programas de entrenamiento comienzan por analizar la forma en que los niños enfrentan las situaciones (valoraciones, autoverbalizaciones, atribuciones...), priorizando los procesos de pensamiento más que los comportamientos específicos. A continuación se entrenan habilidades específicas: analizar las consecuencias, generar soluciones alternativas, relaciones medios-fines, etc.

Este proceso de entrenamiento se realiza en sesiones estructuradas con tareas lúdicas o académicas, primero en situaciones neutras y progresivamente en aquellos contextos en los cuales se encuentran déficits específicos de manejo. Durante el periodo de entrenamiento la labor del terapeuta es dar feedback al sujeto de cómo realiza el proceso y corregir en la situación de laboratorio las habilidades para que se pongan en funcionamiento en el medio real. Los procedimientos máas utilizados son el modelado de conducta y la práctica, el rol-playing, así como el reforzamiento o castigo contingente a la ejecución.


Pensamiento prosocial:

El modelo de pensamiento prosocial desarrollado por Ross et al (1993) es un conjunto de técnicas que enfatizan el análisis autorracional, el autocontrol, el razonamiento medio-fines y el pensamiento crítico. Este conglomerado de técnicas es una recopilación de la revisión realizada por los autores sobre los programas que han demostrado efectividad en los cambios comportamentales de sujetos disóciales.

El propósito de las técnicas es fomentar el desarrollo cognitivo de los sujetos y entrenarlos en habilidades específicas para enfrentar situaciones. Las siete técnicas son las siguientes:

- Solución de problemas: el objetivo, a través de 10 unidades, es enseñar habilidades cognitivas y conductuales que posibiliten al sujeto desarrollar una aproximación general a los problemas, conocer cuando existe un problema, considerar las posibles alternativas, predecir las consecuencias y tomar decisiones.

- Habilidades sociales: pretende conseguir habilidades para interactuar en las situaciones sociales, consiguiendo ser aceptado y recompensado en vez de recibir rechazos o castigos.

Siguiendo el esquema de Aprendizaje Estructurado, el entrenamiento tiene estas fases:

- Preentrenamiento.
- Modelado.
- Role-playing.
- Retroalimentación y generalización práctica.


Proceso y habilidades de Counseling:

El Counseling es un estilo de prestación de servicios que no obedece necesariamente a un problema definido, presentado una orientación en el proceso de adaptación personal y social. El modelo de Egan (1986) tiene un planteamiento comunitario, lo que le hace idóneo para todos los profesionales que trabajen en la comunidad o en estrecho contacto con ésta.

Este modelo tiene tres grandes etapas, en cada una de las cuales se señala la que se necesita lograr en el proceso de counseling:

1. En la primera se analiza el escenario actual con las situaciones problemáticas. Es necesario en este primer momento la exploración. Si el problema es complejo quizá sea necesario establecer prioridades y clarificar qué patrones han de ser modificados.
2. En la segunda etapa el objetivo fundamental es el establecimiento de metas, es decir, ayudar a los sujetos a desarrollar nuevos escenarios en los que se maneje la situación problemática de forma más positiva. Una vez que se ha desarrollado distintos escenarios hay que proceder a evaluarlos en términos que sean específicos, medibles, realistas, adecuados y definidos por el propio sujeto. El paso siguiente en función de la valoración anterior es elegir una meta e implicarse en su consecución.
3. En la tercera etapa se ponen en marcha las estrategias para alcanzar los niveles propuestos. Esto requiere en primer lugar identificar las distintas opciones a seguir, en segundo lugar seleccionar las estrategias más idóneas para seleccionar el caso y en tercer lugar poner en práctica el plan en la situación real.

El modelo de Egan es counseling de desarrollo, ya que es sistemático y acumulativo: el éxito de cada etapa depende de la calidad de lo realizado en las etapas anteriores. Aunque no hay revisiones sobre resultados de aplicación, el modelo recoge los hallazgos más importantes sobre la adecuación del estilo relacionar en distintos escenarios de conducta.


El programa del Currículo en Humanidades:

Este programa pretende desarrollar el pensamiento crítico, el desarrollo de la percepción del mundo y de  sí mismo, es decir, el modo de ver el mundo y de enjuiciarlo éticamente. Hemming (1991) señala que la práctica educativa habitual en la cual se excluye la educación de los valores en los curriculos educativos, está fomentando tendencias primitivas en el niño y en el adolescente. Además, según este autor, la inadecuada socialización en los periodos de la infancia y de la adolescencia dificulta el desarrollo adecuado de la potencialidad intrínseca en los lúpulos frontales para la conducta moral.

Esta es la razón por la que se aconseja introducir este tipo de programas tanto en los sistemas educativos normalizados como para el tratamiento de sujetos disociales.

El Currículo en Humanidades es un conjunto de lecturas pertinentes de ensayistas y literarios del pensamiento occidental, desde Sócrates a Skinner, que se acompaña de orientaciones pedagógicas para su discusión. Las lecturas pretenden servir para aumentar las habilidades de pensamiento crítico y la reflexión informada y responsable.

El método de trabajo tiene como primer paso la lectura crítica y la compresión de los libros para continuar, en un segundo momento, con la emisión de juicios una vez que se ha establecido el punto de vista del autor. El proceso didáctico tiene dos servicios:

1. En la primera se comenta la biografía del autor con la introducción a la obra y a continuación se procede a la lectura crítica (conceptos difíciles, cuestiones claves, etc).
2. En la segunda se discute el texto, lo que implica en primer lugar comprensión (lectura crítica, significados literal y emocional), en segundo lugar juicio crítico y, en tercer lugar, discusión de las cuestiones analizadas.

Los resultados de la aplicación del programa parecen ofrecer datos interesantes. Es un estudio llevado a cabo por Chalken (1989) aparece una tasas de reincidencia del 16 % para delincuentes tratados en comparación con una proporción del 50 % para los sujetos del grupo de control que no recibieron tratamiento.


La Terapia de Reanimación Social:

Aplicada en la actualidad en varios centros correccionales y de salud mental en EE.UU., ha sido desarrollada por Robinsón (1988) e intenta establecer una conexión entre el razonamiento moral y la conducta moral. En la teoría de base se conjugan elementos del aprendizaje social, los estados de identidad de Erikson, la jerarquía de necesidades de Maslow, el concepto de «yo interior» de Jung y las teorías del desarrollo moral de Kohlberg y Piaget.

En el proceso terapéutico se combinan métodos conductuales con una orientación sistemática dirigida a influenciar distintos aspectos de la conducta y de la personalidad: evaluación del yo y de las relaciones, hábitos positivos, formación de identidad, desarrollo de autoconcepto, disminución del hedonismo y desarrollo del juicio moral.

A pesar de que no existen datos concluyentes sobre la efectividad de la terapia de reafirmación moral, tanto los datos aportados por los autores como los procedimientos de estudios posteriores (Powell, 1991) parecen desprender una mejora en el razonamiento moral mediante la medición del mismo por pruebas estandarizadas.


INTERVENCIÓN PSICOFARMACOLOGICA

Hasta ahora no se ha identificado ninguna vía biológica precisa que explique la conducta agresiva que presentan los niños con trastornos de conducta. Hay bases biológicas de esta conducta en experimentos de laboratorio con animales (Valzelli, 1981) que llegan a conclusiones tales como que está relacionada con concentraciones altas de sustancias como la serotonina y la noradrenalina (Kulkarni, 1978). Asimismo, se observo como los ritmos circadianos y ultradianos reflejan variaciones en la bioquímica de las neurotransmisores que se relacionan con la expresión de la conducta emocional y agresiva (Valzelli, 1981).

Las limitaciones surgen en la generalización de estos hallazgos en animales a los sujetos humanos. Las medicaciones suelen producir efectos diferentes en especies diferentes en cuanto a la provocación o supresión de la agresión. Es más, los efectos de la medicación también están mediados por muchos factores como el estrés, la frustración, el estado de motivación y diversas condiciones de vida del organismo (Carlini, 1978). Debido a éstas y otras causas (heterogeneidad, plurifacetismo de la conducta agresiva y los trastornos de conducta), los hallazgos no han confluido en un frente unido para aportar un tratamiento farmacológico efectivo de la conducta agresiva en los menores con trastornos de conducta (Kazdin, 1988).

De todas formas, se debe tener en cuenta que la farmacoterapia en los trastornos de la adolescencia se considera como un complemento de otros tratamientos de tipo psicosocial o de otros tipos, esperando que ambos interactúen, haciendo al niño más sensible a los segundos. Distintos fármacos utilizados para favorecer la mejoría de la conducta son: estimulantes, antidepresivos, antimaniacos (litio), neurolépticos (antipsicóticos), anticonvulsionantes (antiepilépticos) y betabloqueantes.

Como conclusiones generales a la investigación psicofarmacologica, no ha surgido ninguna medicación totalmente eficaz para el tratamiento de la conducta disocial en niños y adolescentes. Los trabajos sobre el carbonato de litio como medio para reducir la conducta agresiva y la disyunción asociada parecen ser el resultado más prometedor. En general, los hechos apoyan la eficacia a corto plazo de los estimulantes en la hiperactividad, pero sus efectos a largo plazo son muy limitados en el mejor de los casos.


MODELO PSICODINAMICO

La psicoterapia infantil y juvenil comenzó en 1909 con Sigmund Freud, con el tratamiento del pequeño Hans. Pero son Melanie Klein y Ana Freud las figuras mejor conocidas en lo que al desarrollo y aplicación del enfoque analítico se refiere. Así, hacia finales de 1930, la postura psicoanalítica era ampliamente aceptada en EE.UU. y Gran Bretaña como una explicación de las alteraciones psicológicas, la delincuencia juvenil y una gran variedad de otras conductas.

En este enfoque, la relación entre el joven y el analista, es un medio a través del cual el adolescente comprende sus sentimientos alterados y sus defensas a fin de afrontarlos directamente. Todo ello a través de la técnica de la interpretación, haciendo consciente lo inconsciente. De modo semejante al psicoanálisis de adultos, en jóvenes se exige sesiones frecuentes (entre 3 y 5 por semana).

Respecto a la aplicación de este modelo a la conducta violenta o disocial, está muy claro que los delincuentes no son capaces de cambiar voluntariamente su actitud frente a la comunidad. Es más, han visto que la perturbación, que en ciertas condiciones ambientales y psicológicas conduce a la conducta antisocial, tiene raíces muy profundas. Se trata de una perturbación caracterológica cuyas raíces se remontan a las explicaciones de los primeros años de vida.

El aumento de las frustraciones de los deseos libidinales esenciales y la falta de relaciones amorosas estables durante la temprana niñez, causadas por factores internos o externos, da origen a estados de inanición emocional con un retraso consiguiente o atrofia total en el desarrollo erótico del joven. En estos casos, la fusión normal entre los impulsos eróticos y agresivos no tiene lugar, quedando estos últimos libres y buscando expresarse en forma de destructividad pura e independiente (Freud, 1980).

Mientras, Fiedlander (1987) distingue la debilidad del yo, la fuerza de las necesidades instintivas no modificadas y la independencia del superyó como características generales de los delincuentes o personalidades antisociales; mostrando así el carácter antisocial la estructura de una mente en cual los deseos instintivos no se han modificado y aparecen por eso con toda fuerza, en el cual el Yo, dominado aún por el principio de placer y falto de la ayuda de un superyó independiente, es demasiado débil para gobernar los deseos que se despiertan en el ello.

Por su parte, Lagache (1984), añade a éstas: el egocentrismo; las anomalías de un superyo rudimentario y sádico; las relaciones alteradas con los demás, destacándose con frecuencia la violencia de estar enfermo y de voluntad de sanar; la resistencia a observarse a sí mismo; la inestabilidad; la alternancia de sentimientos de poderío absoluto con sentimientos de inferioridad; etc. Señalando una condición, que a su modo de ver, tiene gran importancia, y es el hecho de que a menudo el delincuente durante su infancia «ha sufrido una experiencia desastrosa en la que esperaba ayuda y protección de alguien a quien consideraba omnipotente».

Por otro lado, Scott (1980), propone como tesis principal que la conducta delictiva es un escape de una situación emocional, la cual llega a ser, al menos temporalmente, insoportable para el sujeto concreto que arrastra condicionantes de su historia. Para este autor, la insatisfacción de cualquiera de las dos necesidades psíquicas del niño (la autorrealización, o el sentimiento de ser efectivo con la realidad y valorado por los otros miembros de su grupo, y la necesidad de recibir afecto, cuidado y devoción por parte del adulto) lleva al desasosiego y a intentos desesperados de resolver la frustración. Si ambos sistemas fallan aparece la conducta delictiva, la cual persigue la excitación de evitación, la venganza y resentimiento hacia los padres, la búsqueda de atención paterna, el deseo de estar fuera del hogar paterno y la compensación de la inferioridad.

Pero sin en algo están de acuerdo los autores psicoanalistas es en que si no se rectifica el desarrollo caracterológico erróneo se podrá lograr un cambio temporal del comportamiento, pero cada mueva dificultad ambiental y cada nuevo trastorno emocional podrán provocar la recurrencia de la antigua reacción antisocial.

La delincuencia y criminalidad de los jóvenes escapa al influjo de influencias educativas directas, tales como control severo, castigos, advertencias, etc. Una terapia apropiada habrá de dirigirse al aspecto descuidado y defectuoso del desarrollo emocional, de modo que pueda producirse la fusión normal entre los impulsos eróticos y los destructivos y la agresión se vea sometida a la influencia benéfica y mitigadora de la vida amorosa del adolescente (Freud, 1980).

De este modo, si se pudiese retrotraer al delincuente hasta el estado de dependencia del niño pequeño frente a la persona adulta, el proceso de reeducación podría anular el defectuoso desarrollo del carácter. En este sentido, se ha visto que el delincuente nunca se independiza verdaderamente de su primer círculo familiar. Como la reacción trasferencias se basa en la antigua relación con la madre, se tiene el arma mediante la cual se puede atacar y reajustar el mal desarrollo caracterológico.

En el delincuente no existe superyó o un código moral propio, existe una necesidad de que se le ame y atienda. Así, el factor que explica el éxito del tratamiento, habría de buscarse en el automático establecimiento de una relación emocional con las personas del ambiente. Esta relación emocional es de carácter infantil y brinda al educador los elementos que en los primeros años de vida estuvieron en manos de la madre. Este poder habrá de utilizarse ahora con las mismas miras para modificar las exigencias instintivas, objetivo que al no ser logrado promovió un deficiente desarrollo caracterológico.

La necesidad de transferir constantemente las antiguas relaciones emocionales a las personas del ambiente prepara el camino para establecer una sólida relación emocional entre el delincuente y el educador. Una vez establecida ésta, se podrá iniciar el proceso de reeducación.

Analizando al delincuente puede comprenderse su estructura psíquica, así como los motivos inconscientes de su conducta antisocial. Tal comprensión es necesaria si se desea crear las condiciones sociales en las cuales el crimen se tornaría más raro, así como para la generalidad de los delincuentes.

Por tanto, el tratamiento analítico puede ser válido como método de investigación y del tratamiento de la conducta antisocial para determinados rasgos de carácter, inclusive de los adquiridos en la primera infancia.


TERAPIA FAMILIAR FUNCIONAL

Este tratamiento integra enfoques sistémicos, conductuales y cognitivos de la conducta desviada. Se basa en la evidencia que proporcionan distintas investigaciones, según las cuales hay interacciones entre padres e hijos de mala adaptación (Patterson, 1982). Asimismo, se sabe que las familias de delincuentes presentan mayores índices de defensa en sus comunicaciones y de apoyo mutuo en comparación con familias de no delincuentes (Alexander, 1973).

El problema de conducta del niño se considera como una forma en que ciertas funciones interpersonales  (intimidad, distancia, apoyo) pueden tener lugar entre los miembros de la familia considerada como sistema. El objetivo del tratamiento es modificar los patrones de interacción a través de identificación de conductas desadaptadas, refuerzo de las conductas prosociales y la modificación de expectativas, atribuciones, actitudes, presupuestos y emociones de la familia, produciendo todo ésto una mejora en las funciones de comunicación y apoyo.

Hay pocos estudios sobre este tipo de tratamiento, si bien los resultados de éstos sugieren cambios significativos tanto en los niños tratados como en sus hermanos, haciéndose necesaria una mayor investigación.


PROGRAMAS INDIVIDUALES DE INTERVENCIÓN

Inadaptación y asesoramiento psicopedagógico desde los centros educativos a contextos no formales:

El asesoramiento psicopedagógico, desde los centros educativos, a jóvenes y niños inadaptados, implica una serie de acciones tendentes a promover la mejora de los destinatarios de la acción educativa, diseñando programas de intervención que se apliquen a contextos educativos formales y no formales.

Dichas acciones deben planificarse, de antemano, a través de un programa que especifique objetivos y metas concretas, detallando las acciones para conseguir dichas metas y objetivos. En su diseño y puesta en práctica deberían participar profesionales cualificados (pedagogos, psicopedagogos, maestros y psicólogos), además de otras instancias sociales, que más adelante nombraremos.

Son muchos los problemas que, hoy por hoy, se dan en zonas marginales:

- Menores con situación social conflictiva.
- Menores, con deficiencias físicas, psíquicas y sensoriales, que no está bien atendidos.
- Menores con problemas de drogadicción.
- Menores con otras culturas que requieren integración.
- Menores delincuentes.
- Etc.

Todo lo anterior influye en la inadaptación de los niños a la sociedad y, por tanto, en la escuela.


Menores en situación social conflictiva:

En el entorno familiar se puede producir la marginación por diferentes causas:

- Por abandono de los hijos, en cuanto no son atendidos en sus necesidades primarias (físicas, afectivas, económicas, etc.).
- Familias con reprivación sociocultural, que no tienen nada que dar en este sentido (valores, ideales, comportamientos positivos, etc.).
- Familias desestructuradas en las que faltan relaciones, cariño, comprensión, unidad, etc.
- Familias en las que el desamor crea situaciones de rechazo, desprecio, insulto, etc.
- La situación conflictiva del menor, con respecto a su familia, también se puede producir por el maltrato físico y psíquico y sus causas pueden ser múltiples:
- Haber sufrido ellos mismos(los padres) en su infancia situaciones de maltrato y como consecuencia han aprendido a maltratar.
- No haber podido enfrentarse a la vida de forma positiva, preparándose cultural y socialmente para desempeñar un trabajo digno que resuelva las necesidades económicas de la familia.
- La situación social conflictiva también puede producirse o agravarse por las características de la comunidad en la que vive el menor.
- Hay barrios que favorecen conductas antisociales (droga, robo, extorsión, prostitución, etc.) y como consecuencia se desarrollan individuos adaptados a esas situaciones pero inadaptados a la sociedad.


Programas de intervención:


Desde las instancias formales y no formales se hace necesario proyectar programas que atiendan a las necesidades del menor, tanto en el ámbito escolar como en el familiar y social, teniendo presente que no sólo se trata de que el niño cambie y mejore, sino que cambien y mejoren también los ambientes en los que aprendió esa conducta inadaptada.

Los programas pueden planificarse a tres niveles:

- PROGRAMAS DE INTERVENCIÓN PREVENTIVA:
Estos programas estarían orientados a la prevención social de las causas que originan la inadaptación. En este caso, la Administración, con sus competencias, tendría mucho que ofrecer parar que los ciudadanos puedan acceder a los derechos fundamentales que la Constitución les confiere (educación, trabajo, vivienda, etc.). Con los programas sociales «tipo limosna», ni se acaba el problema, ni se hace justicia.
Las bolsas de marginación, a nivel mundial, tienen su origen en grandes bolsas de injusticia. La falta de medios económicos impide satisfacer las necesidades primarias, vitales para la subsistencia, y las necesidades de educación, cultura y desarrollo social, vitales para «ser» y «crecer» como personas.

- PROGRAMAS DE INTERVENCIÓN RECUPERADORA:
Estos programas estarían orientados a la recuperación de los ya inadaptados (inadaptación objetiva). Llegar a esta situación significa haber fallado en los programas de prevención. En este caso la intervención es más difícil. Habría que proporcionar alternativas al inadaptado para que, normalizando su vida, no le sea necesario mantener la conducta inadaptada. Para ello habría que atender a la conducta antisocial ya adquirida y a las causas que la originaron.

-PROGRAMAS DE INTERVENCIÓN PARA LOS QUE HAN DELINQUIDO (INADAPTACIÓN SUBJETIVA):
La necesidad de estos programas supone un fracaso en los niveles anteriores. En este caso, la intervención es más difícil y tienen menos posibilidades de éxito. Los comportamientos antisociales y las causas que los provocan están totalmente arraigados. La intervención en este nivel suele darse en el ámbito penitenciario, aunque no se da respuesta a las verdaderas necesidades del individuo.


Elaboración de programas de intervención:

La elaboración de programas de intervención exige una sólida formación psicopedagógica y social, desde el punto de vista técnico, y una profunda formación humana para implicarse en estos procesos, poniéndose en la piel de los otros, y teniendo claro:

- Que los niños inadaptados no son culpables de su situación.
- Que la intervención no debe basarse en medidas de control e imposición.
- Que la intervención debe dirigirse no sólo a que el individuo cambie su conducta, sino a que cambien también las situaciones de marginación en las que se originó la conducta inadaptada.
- Que la educación debe basarse en la transmisión de valores a través de las vivencias.

Según Rodríguez (1999), un programa de intervención debería incluir los siguientes puntos:

- Descripción de las situaciones en la que se encuentra el individuo o grupo.
- Clasificación de la situación en el nivel correspondiente (preventivo, objetivo, subjetivo), justificándolo.
- Determinación de los organismos que deben intervenir:
- La escuela.
- La familia.
- La comunidad.
- Otras instituciones.
- Plan de actuación conjunto de los organismos intervinientes, que incluya para cada organismo que participe:
- Objetivos a conseguir (según la situación del individuo o grupo).
- Procedimientos (pasos a seguir).
- Medios y recursos necesarios.
- Determinación de las personas que lo pondrán en práctica y sus funciones.
- Puesta en práctica de cada paso.
- Evaluación continua de los resultados, que nos lleve a proseguir en el paso siguiente o a realizar algún cambio para mejorar.

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