La television

Queremos denunciar el negocio de las televisiones que afectan en mayor medida a los menores.

            Saber, ver, escuchar y mirar la televisión  de forma crítica y selectiva se ha convertido en tarea ardua para los más jóvenes e incluso mayores. La televisión ha optimizado tanto el uso de la comunicación que sin incurrir en delito -comunicación subliminal-, el resultado es igualmente dañino.
           
            La competencia televisiva y la ansia por ser los primeros en los índices de audiencia ha dejado en un estado bastante lamentable el significado tradicional de este ente comunicativo.

            Este medio audiovisual ejerce sobre los televidentes, un grado de influencia superior al de cualquiera otra innovación tecnológica y lo hace de forma sútil, sibilina y perjudicial, sobre todo, para los más jóvenes en los que la capacidad para discernir y decidir está muy mediatizada por las modas.

             La televisión ha perdido, en gran medida, su posible funcionalidad educativa adoptando una función más claramente manipuladora y mercantil:

            * Contribuye a crear falsas necesidades y fomenta el consumismo.

            * Distorsiona  la convivencia familiar.

            * Insensibiliza hacia hechos o catástrofes humanas.
           
            * Proporciona falsas expectativas.

            Lo que indica el éxito de un programa de la televisión o de una cadena son los índices de audiencia y, por tanto, los ingresos aportados por la publicidad. Se llegan a pagar cifras astronómicas porque un anuncio se pase en los intermedios de un programa de gran audiencia. Así a más horas en antena, más minutos de publicidad diarios que se interpreta en más ingresos. Esto redunda perjudicialmente en la calidad televisiva donde la prioridad básica es la cantidad de horas de emisión que se traduce, en este caso, en   “vender” lo que sea (demasiada basura) y antes que lo haga otro.

            La televisión ha logrado una unificación de las formas de comportamiento y de pensamiento y ha logrado trastocar ciertos valores y el sentido ético de las relaciones, por ejemplo, en los telefilmes se legitima el uso de la violencia si el fin último es la justicia, se usa indicriminadamente el sexo en las propagandas comerciales lo que termina falseando el contenido del anuncio y, en consecuencia de la realidad...




Solo una televisión perversa 
puede envenenar la mente de un niño. 
La televisión, un arma de doble filo. 




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