TIPOLOGÍAS DE ALCOHÓLICOS:
Jellinek (1960), propone cinco patrones básicos del beber excesivo y utiliza letras griegas para identificarlos. Creemos que la tipología propuesta deba ser ampliada, habida cuenta de que en los 30 años transcurridos desde su planteamiento inicial se han producido dos alteraciones muy notables: cada día es mayor el incremento del número de jóvenes que revelan tener problemas con la bebida alrededor de los 20 anos, y la proporción de mujeres menores de 30 anos que han pasado a formar parte de la población alcohólica ha evidenciado un alza considerable.
Jellinek propone la siguiente nomenclatura clasificatoria de los bebedores:
- Tipo alcohólico alfa: También llamada «bebida indisciplinada», incluye a los individuos con dependencia psicológica del alcohol.
- Tipo alcohólico beta: Supone el hábito de beber socialmente en exceso pero sin que se observe dependencia psicológica o física.
- Tipo alcohólico gamma: Beber hasta la embriaguez durante días, semanas o hasta meses, a veces hasta la intoxicación. La dependencia física está presente y se manifiesta con los síntomas del síndrome de abstinencia.
- Tipo alcohólico delta: Volumen muy elevado de consumo de alcohol durante el día con tolerancia funcional y neuroadaptación evidente. Hay dependencia física. El sujeto en realidad no puede dejar de beber ni siquiera un día.
- Tipo alcohólico epsilón (la otra denominación es dipsomanía): Fases infrecuentes de borracheras cortas intercaladas con largos períodos de completa abstinencia (Madden, 1986 y Helzer, 1987).
Jellinek (1960), propone cinco patrones básicos del beber excesivo y utiliza letras griegas para identificarlos. Creemos que la tipología propuesta deba ser ampliada, habida cuenta de que en los 30 años transcurridos desde su planteamiento inicial se han producido dos alteraciones muy notables: cada día es mayor el incremento del número de jóvenes que revelan tener problemas con la bebida alrededor de los 20 anos, y la proporción de mujeres menores de 30 anos que han pasado a formar parte de la población alcohólica ha evidenciado un alza considerable.
Jellinek propone la siguiente nomenclatura clasificatoria de los bebedores:
- Tipo alcohólico alfa: También llamada «bebida indisciplinada», incluye a los individuos con dependencia psicológica del alcohol.
- Tipo alcohólico beta: Supone el hábito de beber socialmente en exceso pero sin que se observe dependencia psicológica o física.
- Tipo alcohólico gamma: Beber hasta la embriaguez durante días, semanas o hasta meses, a veces hasta la intoxicación. La dependencia física está presente y se manifiesta con los síntomas del síndrome de abstinencia.
- Tipo alcohólico delta: Volumen muy elevado de consumo de alcohol durante el día con tolerancia funcional y neuroadaptación evidente. Hay dependencia física. El sujeto en realidad no puede dejar de beber ni siquiera un día.
- Tipo alcohólico epsilón (la otra denominación es dipsomanía): Fases infrecuentes de borracheras cortas intercaladas con largos períodos de completa abstinencia (Madden, 1986 y Helzer, 1987).
(Fuente: Alejandro Cortes García. Apuntes de Farmacología).
Es importante resaltar que no todos los bebedores excesivos son alcohólicos. Alfonso Fernández hace una clasificación distinta pero que se solapa con la anterior, esta basada en la «forma de beber» y expone tres tipos de alcohólicos:
- Bebedor excesivo regular: Es el sujeto que bebe mucho pero sin llegar nunca o casi nunca a embriagarse. Es de un carácter extrovertido con control sobre la conducta. Se entregan a la bebida por factores sociales de presión o condicionamiento. Es característico de la cultura mediterránea.
- Bebedor excesivo irregular o alcoholómano: Es el enfermo con factores psicológicos relacionados con experiencias negativas o insoportables y se entrega a la bebida para el alivio de los mismos. Realiza un consumo de modo regular o intermitente, con amplia pérdida de control, cuando consume.
- Bebedor excesivo regular: Es el sujeto que bebe mucho pero sin llegar nunca o casi nunca a embriagarse. Es de un carácter extrovertido con control sobre la conducta. Se entregan a la bebida por factores sociales de presión o condicionamiento. Es característico de la cultura mediterránea.
- Bebedor excesivo irregular o alcoholómano: Es el enfermo con factores psicológicos relacionados con experiencias negativas o insoportables y se entrega a la bebida para el alivio de los mismos. Realiza un consumo de modo regular o intermitente, con amplia pérdida de control, cuando consume.
- Bebedor enfermo psíquico: Es el enfermo mental que se entrega a la bebida para modificar sus vivencias y tensiones emocionales, como depresión, estados paranoides, etc.
NEUROBIOLOGÍA DEL ALCOHOLISMO:
No pretendemos en esta cuestión, dada la complejidad del tema, presentar un informe técnico detallado de los procesos neurobiológicos implicados en la adicción al etanol, sino que nuestro objetivo es ofrecer una guía asequible y útil, que ayude a comprender que mecanismos producen los efectos desencadenantes de la adicción a esta sustancia.
La neurobiológica y los estudios de aprendizaje de conductas y mecanismos de memoria, han aportado, y lo siguen haciendo, datos suficientes como para desarrollar un abanico de Teorías sobre la adicción. Dichas teorías son complementarias, ya cada una aporta los fundamentos que aclaran una pieza del engranaje del proceso de la adicción.
El alcohol, como otras drogas adictivas, pueden actuar como reforzador* positivo (produciendo euforia) o como reforzador negativo (aliviando síndrome de retirada o disforia). Los estímulos ambientales (cues) asociados con el consumo de la droga pueden por sí mismos inducir a una respuesta condicionada (retirada o craving) en ausencia de la droga.
El proceso de asociar una respuesta ya sea con la presentación o el retiro de un estímulo es refuerzo en la teoría operante.
El proceso de asociar un estímulo neutro con un estímulo primario para producir una conducta de refuerzo es parte de la teoría clásica del condicionamiento.
No pretendemos en esta cuestión, dada la complejidad del tema, presentar un informe técnico detallado de los procesos neurobiológicos implicados en la adicción al etanol, sino que nuestro objetivo es ofrecer una guía asequible y útil, que ayude a comprender que mecanismos producen los efectos desencadenantes de la adicción a esta sustancia.
La neurobiológica y los estudios de aprendizaje de conductas y mecanismos de memoria, han aportado, y lo siguen haciendo, datos suficientes como para desarrollar un abanico de Teorías sobre la adicción. Dichas teorías son complementarias, ya cada una aporta los fundamentos que aclaran una pieza del engranaje del proceso de la adicción.
El alcohol, como otras drogas adictivas, pueden actuar como reforzador* positivo (produciendo euforia) o como reforzador negativo (aliviando síndrome de retirada o disforia). Los estímulos ambientales (cues) asociados con el consumo de la droga pueden por sí mismos inducir a una respuesta condicionada (retirada o craving) en ausencia de la droga.
El proceso de asociar una respuesta ya sea con la presentación o el retiro de un estímulo es refuerzo en la teoría operante.
El proceso de asociar un estímulo neutro con un estímulo primario para producir una conducta de refuerzo es parte de la teoría clásica del condicionamiento.
Koob y Le Moal han propuesto que el organismo intenta contrarrestar los efectos de una droga dada mediante un círculo vicioso en el cual el punto hedónico (punto en el que se consigue el placer) continuamente cambia en respuesta a la administración de la sustancia. La adicción a la droga conduciría a una desregularización de los mecanismos de recompensa y una habilidad para recibir estabilidad a través de los cambios.
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* Reforzador se basa en el aumento de una conducta. Así, sólo se puede caracterizar un reforzador en circunstancias en que pueda ocurrir una asociación aprendida. En la teoría del aprendizaje operante, si los efectos de beber alcohol aumentan la probabilidad de beber en el futuro, entonces estos efectos son reforzadores. En la teoría clásica del aprendizaje, el alcohol es un estímulo primario si, al parear sus efectos con la presentación de un estímulo neutro, resulta que el estímulo neutro produce los mismos efectos que el alcohol. Los reforzadores primarios que obtienen una respuesta de aproximación se denominan estímulos de incentivo (Seiden y Dykstra, 1977).
TABLA DE LOS MITOS Y CREENCIAS ERRONEAS EN RELACIÓN CON EL ALCOHOL*
- Mito: El alcohol no es una droga.
- Realidad: El alcohol reúne las características de las drogas: modifica el comportamiento, crea dependencia física y psíquica, habituación y síndrome de abstinencia.
- Mito: El alcohol te da energía.
- Realidad: El alcohol es un depresor del sistema nervioso. Reduce la capacidad para pensar, hablar, moverse y todas las demás actividades.
- Mito: Beber sólo cerveza no produce ningún problema porque tiene pocos grados
- Realidad: Da igual el tipo de bebida que se beba, lo importante es el número de U.B.E. que se consuman. El alcohol que contiene una caña de cerveza es igual, por ejemplo, al de un chupito o un vaso de vino.
- Mito: Mezclar cerveza, vino y licores emborracha más que beber un solo tipo de bebida alcohólica
- Realidad: La alcoholemia, es la proporción de alcohol que circula por la sangre después de beber una cantidad determinada de alcohol y es lo que determina lo embriagada que una persona está. El mezclar bebidas con diferente contenido alcohólico no «emborracha más», pero puede provocar más malestar estomacal y mareos al mezclar diferentes sabores.
- Mito: Todo el mundo reacciona igual al alcohol.
- Realidad: Existen muchísimos factores que afectan a la forma de reaccionar al alcohol: el peso, la proporción de agua y grasa, la hora del día, el estado de ánimo, la bioquímica del organismo, son unos cuantos ejemplos.
- Mito: Quien está más acostumbrado a beber, se emborracha menos.
- Realidad: Quien ha desarrollado tolerancia al alcohol no se emborracha menos, sino que muestra menos los efectos de la borrachera. Sin embargo, igualmente se emborracha y sufre los efectos de apatía, pérdida de coordinación y reflejos, etc.
- Mito: Una ducha fría o un café bien cargado te despejan.
- Realidad: Nada de eso. Nada torna sobrio de golpe a un ebrio. Se podrá estar más despierto o despejado, pero se sigue estando ebrio, «borracho», porque ni la ducha ni el café disminuyen el alcohol en sangre y seguimos sufriendo los mismos efectos.
- Mito: No es mi problema si uno de mis amigos bebe mucho.
- Realidad: Uno no puede hacer cambiar a alguien si el otro no quiere, pero no conseguiremos nada si al menos no lo intentamos.
- Mito: Lo peor que puede pasar con una borrachera es acabar con una resaca monumental.
- Realidad: ¡Cuidado! Si uno bebe bastante alcohol y deprisa, se puede llegar a ingerir una cantidad elevada que pudiera producir accidentes, un coma etílico o la muerte en pocas horas.
- Mito: El alcohol ayuda a «ligar».
- Realidad: El alcohol por su efecto inicial deshinibidor puede asociarse la facilidad para establecer relaciones sociales, pero nada más lejos de la realidad. La pérdida de control, el lenguaje farfullarte o la movibilidad titubeante no resultan muy atractivos para nadie.
- Mito: El que bebe demasiado sólo se perjudica a sí mismo.
- Realidad: Según estadísticas de nuestro país, los problemas del consumo abusivo afectan a una media de 4 personas más aparte del bebedor. Eso sin contar los accidentes mortales y no mortales que se originan por el abuso del alcohol. Mejor pensárselo, ¿no?.
- Mito: Beber alcohol durante la resaca la mejora.
- Realidad: En realidad la agrava, ya que es la misma sustancia que produjo la intoxicación. Otro mito es que las pastillas de vitamina B6, tomadas antes o después de beber evitan la resaca; su única utilidad es la aplicación por vía intramuscular en casos graves.
- Mito: Manteniendo en la boca un chicle, dos granos de café o soplando de determinada manera, se engaña al alcoholímetro.
- Realidad: Estos métodos no funcionan porque el alcoholímetro mide igualmente el alcohol, aunque haya otras sustancias. Además, si la policía entiende que alguien está intentando realizar incorrectamente la prueba, pueden considerar que está cometiendo una falta muy grave (negarse a hacer la prueba).
- Mito: Se puede eliminar más rápidamente el alcohol del cuerpo haciendo ejercicio o vomitando.
- Realidad: Por estas vías se expulsa menos de un 2 % de alcohol, insuficiente para afectar al nivel de alcoholemia o a la borrachera.
- Mito: Tomar dos cucharadas de aceite hace que el alcohol no siente tan mal.
- Realidad: Este método sólo recubre una mínima parte del estómago y permite el paso del alcohol, ya que el aceite es líquido.
- Mito: La tónica, los antiácidos y otras sustancias que protegen el estómago afectan al alcohol.
- Realidad: Aunque puedan reducir el malestar provocado por la mezcla de sabores o por el vómito, no afectan al nivel de alcoholemia ni hacen recuperar antes la sobriedad.
- Mito: Ciertas sustancias estimulantes hacen que se pase la borrachera.
- Realidad: Una mala idea. Pueden despejar momentáneamente, pero como no eliminan ni metabolizan el alcohol, seguimos teniendo el mismo nivel de alcoholemia y los efectos del alcohol permanecen. Además, la mezcla de algunas sustancias con el alcohol producen terceros efectos que pueden producir daños al hígado e incluso la muerte.
- Mito: El alcohol ayuda a las personas a ser más sociables.
- Realidad: En pequeñas dosis, el alcohol puede hacerte sentir más lanzado, pero no mejora las relaciones sociales porque te hace hablar mucho, pero escuchar poco. Además, si uno se acostumbra, puede acabar necesitando beber cada vez que quiera relacionarse con los demás. Y no hay que olvidar que si te pasas puedes hacer cosas ridículas, arriesgadas o violentas.
- Mito: El alcohol quita el frío.
- Realidad: Al contrario; aunque al ingerir una bebida alcohólica hace que se note un rápido calentamiento de manos y pies, esto es debido a que el alcohol permite que la sangre alcance y riegue la piel, lo que produce la sensación de calor. Pero al mismo tiempo, la piel caliente en contacto con la temperatura exterior produce la evaporación de calorías del organismo.
- Mito: El alcohol facilita las relaciones sexuales.
- Realidad: Al contrario; la intoxicación etílica interfiere en la relación sexual. El alcohol puede producir relajación y hacer a alguien más interesado en el sexo, pero interfiere en la capacidad sexual y se tiene menos en cuenta las consecuencias: los embarazos no deseados, el SIDA, la pérdida o disminución de la respuesta sexual...
- Mito: Algunas bebidas, como el vino, son bueno para el corazón.
- Realidad: No, El alcohol no ha demostrado, hasta ahora, ser un producto beneficioso para la salud. Su potencial tóxico es incuestionable. No tiene ningún efecto terapéutico, al contrario, el alcohol daña el músculo cardíaco al hacer que este lata más deprisa, pudiendo incluso llegar a provocar infarto agudo de miocardio y angina de pecho.
- Mito: Tomar un chupito de licor tras las comidas ayuda a hacer mejor la digestión.
- Realidad: Al contrario; el alcohol irrita la mucosa que protege a las paredes del esófago y del estómago. Es éste el motivo por el que cuando se consume alcohol en exceso se producen vómitos. Además, la ingesta continuada de alcohol puede provocar múltiples complicaciones digestivas como gastritis, diarrea, estreñimiento y úlcera de estómago y de duodeno.
- Mito: Beber alcohol puede ayudar a superar la tristeza.
- Realidad: No. El alcohol puede reducir momentáneamente los síntomas de ansiedad y nerviosismo, pero si se utiliza con este fin, es muy probable que acabe «enganchando» y que provoque aún mayor ansiedad. Igualmente, el alcohol puede hacer que olvidemos por un momento nuestros problemas, pero no los soluciona y al final se produce el efecto contrario, más tristeza y depresión.
- Mito: El alcohol no alimenta.
- Realidad: No tiene vitaminas. Lo único que hace es depositarse en las células adiposas y abrir el apetito, lo que hace que la persona engorde, pero es por los alimentos que come y NO por el alcohol en sí. El alcohol aporta calorías vacías.
- Mito: El alcohol no es una droga.
- Realidad: El alcohol reúne las características de las drogas: modifica el comportamiento, crea dependencia física y psíquica, habituación y síndrome de abstinencia.
- Mito: El alcohol te da energía.
- Realidad: El alcohol es un depresor del sistema nervioso. Reduce la capacidad para pensar, hablar, moverse y todas las demás actividades.
- Mito: Beber sólo cerveza no produce ningún problema porque tiene pocos grados
- Realidad: Da igual el tipo de bebida que se beba, lo importante es el número de U.B.E. que se consuman. El alcohol que contiene una caña de cerveza es igual, por ejemplo, al de un chupito o un vaso de vino.
- Mito: Mezclar cerveza, vino y licores emborracha más que beber un solo tipo de bebida alcohólica
- Realidad: La alcoholemia, es la proporción de alcohol que circula por la sangre después de beber una cantidad determinada de alcohol y es lo que determina lo embriagada que una persona está. El mezclar bebidas con diferente contenido alcohólico no «emborracha más», pero puede provocar más malestar estomacal y mareos al mezclar diferentes sabores.
- Mito: Todo el mundo reacciona igual al alcohol.
- Realidad: Existen muchísimos factores que afectan a la forma de reaccionar al alcohol: el peso, la proporción de agua y grasa, la hora del día, el estado de ánimo, la bioquímica del organismo, son unos cuantos ejemplos.
- Mito: Quien está más acostumbrado a beber, se emborracha menos.
- Realidad: Quien ha desarrollado tolerancia al alcohol no se emborracha menos, sino que muestra menos los efectos de la borrachera. Sin embargo, igualmente se emborracha y sufre los efectos de apatía, pérdida de coordinación y reflejos, etc.
- Mito: Una ducha fría o un café bien cargado te despejan.
- Realidad: Nada de eso. Nada torna sobrio de golpe a un ebrio. Se podrá estar más despierto o despejado, pero se sigue estando ebrio, «borracho», porque ni la ducha ni el café disminuyen el alcohol en sangre y seguimos sufriendo los mismos efectos.
- Mito: No es mi problema si uno de mis amigos bebe mucho.
- Realidad: Uno no puede hacer cambiar a alguien si el otro no quiere, pero no conseguiremos nada si al menos no lo intentamos.
- Mito: Lo peor que puede pasar con una borrachera es acabar con una resaca monumental.
- Realidad: ¡Cuidado! Si uno bebe bastante alcohol y deprisa, se puede llegar a ingerir una cantidad elevada que pudiera producir accidentes, un coma etílico o la muerte en pocas horas.
- Mito: El alcohol ayuda a «ligar».
- Realidad: El alcohol por su efecto inicial deshinibidor puede asociarse la facilidad para establecer relaciones sociales, pero nada más lejos de la realidad. La pérdida de control, el lenguaje farfullarte o la movibilidad titubeante no resultan muy atractivos para nadie.
- Mito: El que bebe demasiado sólo se perjudica a sí mismo.
- Realidad: Según estadísticas de nuestro país, los problemas del consumo abusivo afectan a una media de 4 personas más aparte del bebedor. Eso sin contar los accidentes mortales y no mortales que se originan por el abuso del alcohol. Mejor pensárselo, ¿no?.
- Mito: Beber alcohol durante la resaca la mejora.
- Realidad: En realidad la agrava, ya que es la misma sustancia que produjo la intoxicación. Otro mito es que las pastillas de vitamina B6, tomadas antes o después de beber evitan la resaca; su única utilidad es la aplicación por vía intramuscular en casos graves.
- Mito: Manteniendo en la boca un chicle, dos granos de café o soplando de determinada manera, se engaña al alcoholímetro.
- Realidad: Estos métodos no funcionan porque el alcoholímetro mide igualmente el alcohol, aunque haya otras sustancias. Además, si la policía entiende que alguien está intentando realizar incorrectamente la prueba, pueden considerar que está cometiendo una falta muy grave (negarse a hacer la prueba).
- Mito: Se puede eliminar más rápidamente el alcohol del cuerpo haciendo ejercicio o vomitando.
- Realidad: Por estas vías se expulsa menos de un 2 % de alcohol, insuficiente para afectar al nivel de alcoholemia o a la borrachera.
- Mito: Tomar dos cucharadas de aceite hace que el alcohol no siente tan mal.
- Realidad: Este método sólo recubre una mínima parte del estómago y permite el paso del alcohol, ya que el aceite es líquido.
- Mito: La tónica, los antiácidos y otras sustancias que protegen el estómago afectan al alcohol.
- Realidad: Aunque puedan reducir el malestar provocado por la mezcla de sabores o por el vómito, no afectan al nivel de alcoholemia ni hacen recuperar antes la sobriedad.
- Mito: Ciertas sustancias estimulantes hacen que se pase la borrachera.
- Realidad: Una mala idea. Pueden despejar momentáneamente, pero como no eliminan ni metabolizan el alcohol, seguimos teniendo el mismo nivel de alcoholemia y los efectos del alcohol permanecen. Además, la mezcla de algunas sustancias con el alcohol producen terceros efectos que pueden producir daños al hígado e incluso la muerte.
- Mito: El alcohol ayuda a las personas a ser más sociables.
- Realidad: En pequeñas dosis, el alcohol puede hacerte sentir más lanzado, pero no mejora las relaciones sociales porque te hace hablar mucho, pero escuchar poco. Además, si uno se acostumbra, puede acabar necesitando beber cada vez que quiera relacionarse con los demás. Y no hay que olvidar que si te pasas puedes hacer cosas ridículas, arriesgadas o violentas.
- Mito: El alcohol quita el frío.
- Realidad: Al contrario; aunque al ingerir una bebida alcohólica hace que se note un rápido calentamiento de manos y pies, esto es debido a que el alcohol permite que la sangre alcance y riegue la piel, lo que produce la sensación de calor. Pero al mismo tiempo, la piel caliente en contacto con la temperatura exterior produce la evaporación de calorías del organismo.
- Mito: El alcohol facilita las relaciones sexuales.
- Realidad: Al contrario; la intoxicación etílica interfiere en la relación sexual. El alcohol puede producir relajación y hacer a alguien más interesado en el sexo, pero interfiere en la capacidad sexual y se tiene menos en cuenta las consecuencias: los embarazos no deseados, el SIDA, la pérdida o disminución de la respuesta sexual...
- Mito: Algunas bebidas, como el vino, son bueno para el corazón.
- Realidad: No, El alcohol no ha demostrado, hasta ahora, ser un producto beneficioso para la salud. Su potencial tóxico es incuestionable. No tiene ningún efecto terapéutico, al contrario, el alcohol daña el músculo cardíaco al hacer que este lata más deprisa, pudiendo incluso llegar a provocar infarto agudo de miocardio y angina de pecho.
- Mito: Tomar un chupito de licor tras las comidas ayuda a hacer mejor la digestión.
- Realidad: Al contrario; el alcohol irrita la mucosa que protege a las paredes del esófago y del estómago. Es éste el motivo por el que cuando se consume alcohol en exceso se producen vómitos. Además, la ingesta continuada de alcohol puede provocar múltiples complicaciones digestivas como gastritis, diarrea, estreñimiento y úlcera de estómago y de duodeno.
- Mito: Beber alcohol puede ayudar a superar la tristeza.
- Realidad: No. El alcohol puede reducir momentáneamente los síntomas de ansiedad y nerviosismo, pero si se utiliza con este fin, es muy probable que acabe «enganchando» y que provoque aún mayor ansiedad. Igualmente, el alcohol puede hacer que olvidemos por un momento nuestros problemas, pero no los soluciona y al final se produce el efecto contrario, más tristeza y depresión.
- Mito: El alcohol no alimenta.
- Realidad: No tiene vitaminas. Lo único que hace es depositarse en las células adiposas y abrir el apetito, lo que hace que la persona engorde, pero es por los alimentos que come y NO por el alcohol en sí. El alcohol aporta calorías vacías.
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*Adaptado del PROGRAMA PEDAGÓGICO de la FUNDACIÓN ALCOHOL Y SOCIEDAD.