EDUCADOR HOSPITALARIO: PEDAGOGÍA HOSPITALARIA
«El
niño impedido físicamente o mentalmente, o que sufra algún impedimento
social, tiene que recibir el tratamiento, la educación y la protección
especiales que requiere su caso particular» (Declaración Universal de los Derechos del Niño, proclamada por las Naciones Unidas el 20 de noviembre de 1959).
Todos los niños y niñas tienen derecho a la educación. Sin embargo, la enfermedad les aparta a veces de las aulas A lo largo del curso escolar son numerosos los niños que por una u otra causa, sufren diversos trastornos físicos, enfermedades, roturas, operaciones, etc., por lo que deben ser ingresados en un hospital. Estos períodos de hospitalización, que normalmente, le impedirían un normal desarrollo del curso escolar pudiendo, incluso, si su convalecencia es muy larga, provocar graves retrasos escolares, hoy en día se puede corregir gracias a las Aulas Hospitalarias, centros de enseñanza que el Ministerio de Educación y Ciencia ha puesto a disposición de los niños enfermos en diferentes hospitales de España, Se pretende mejorar la calidad de vida de estos niños y niñas y evitar que pierdan su ritmo de aprendizaje o sufran fracaso escolar.
Los niños hospitalizados tienen derecho a proseguir su formación escolar durante su permanencia en el hospital, y a beneficiarse de las enseñanzas de los maestros y del material didáctico que las autoridades escolares pongan a su disposición, en particular en el caso de una hospitalización prolongada.
La finalidad de la atención en hospitalización infantil, no es otra que la de educar para la vida, papel que corresponde al educador y que indudablemente desborda la específica labor del personal sanitario. La actividad pedagógica como complemento de la acción médica en los hospitales ha tomado carta de naturaleza desde hace años en muy diversos países europeos y norteamericanos. Se conoce que en décadas pasadas los servicios de pediatría de muchos hospitales estaban cerrados incluso a los padres y en este ambiente tan rígido no había lugar para la educación de los niños.
Todos los niños y niñas tienen derecho a la educación. Sin embargo, la enfermedad les aparta a veces de las aulas A lo largo del curso escolar son numerosos los niños que por una u otra causa, sufren diversos trastornos físicos, enfermedades, roturas, operaciones, etc., por lo que deben ser ingresados en un hospital. Estos períodos de hospitalización, que normalmente, le impedirían un normal desarrollo del curso escolar pudiendo, incluso, si su convalecencia es muy larga, provocar graves retrasos escolares, hoy en día se puede corregir gracias a las Aulas Hospitalarias, centros de enseñanza que el Ministerio de Educación y Ciencia ha puesto a disposición de los niños enfermos en diferentes hospitales de España, Se pretende mejorar la calidad de vida de estos niños y niñas y evitar que pierdan su ritmo de aprendizaje o sufran fracaso escolar.
Los niños hospitalizados tienen derecho a proseguir su formación escolar durante su permanencia en el hospital, y a beneficiarse de las enseñanzas de los maestros y del material didáctico que las autoridades escolares pongan a su disposición, en particular en el caso de una hospitalización prolongada.
La finalidad de la atención en hospitalización infantil, no es otra que la de educar para la vida, papel que corresponde al educador y que indudablemente desborda la específica labor del personal sanitario. La actividad pedagógica como complemento de la acción médica en los hospitales ha tomado carta de naturaleza desde hace años en muy diversos países europeos y norteamericanos. Se conoce que en décadas pasadas los servicios de pediatría de muchos hospitales estaban cerrados incluso a los padres y en este ambiente tan rígido no había lugar para la educación de los niños.
Fue a partir de la Segunda Guerra Mundial, y debido principalmente a la
labor de pediatras y psicólogos, que estos servicios de pediatría
comenzaron a abrir sus puertas. La razón fundamental estuvo en las
frecuentes y severas alteraciones psicológicas que sufrían los niños
ingresados durante largos períodos de tiempo en los hospitales,
alejados de su entorno habitual. Los primeros educadores que entraron
en los servicios de pediatría contribuyeron, de forma considerable, a
la prevención del «hospitalismo».
Encontramos
la justificación de la Pedagogía Hospitalaria, en los efectos
psicológicos, sociales y educativos de carácter negativo, que la
hospitalización puede causar, tanto en el propio paciente como en su
familia.
Es un hecho que la hospitalización puede suponer una
experiencia estresante y asociarse con consecuencias psicológicas adversas tales como:
-
Alteraciones comportamentales (tales como agresividad, conducta de
oposición, falta de adhesión al tratamiento médico, trastornos de
sueño, de apetito, respuestas de evitación, mutismo y dependencia
afectiva).
- Alteraciones cognitivas (déficit de atención o dificultad para concentrarse).
- Alteraciones emocionales (ansiedad, miedos y temores; depresión, apatía o falta de interés por las cosas).
Además, estos problemas se agravan por las consecuencias de la propia
enfermedad (fatiga, cansancio, dolores, malestar,...) y por las
características y la organización de los centros hospitalarios
(uniformidad, monotonía,...). En esta línea son cada vez más los
hospitales que rompen con esta rigidez a base de cambios
arquitectónicos y decorativos.
Si
nos ceñimos a los documentos y a la legislación en materia de Pedagogía
Hospitalaria, desde la LISMI de 1982 hasta el RD de Compensación de
Desigualdades en Educación de 1996, vemos que los actuales sujetos de
la misma son los niños enfermos y hospitalizados o convalecientes en
edad escolar, escolarizados en los niveles de infantil, primaria y
secundaria. Esto puede suponer un reduccionismo que hay que evitar, en
cuanto a la edad de los niños que deben ser atendidos en los
hospitales. Es decir, los niños de 0 a 3 años podrían quedar
desatendidos, al igual que aquellos mayores de 16 años que hayan
finalizado la educación obligatoria.
La labor del educador hospitalario
debería comenzar desde el mismo momento en que el niño ingresa en el
hospital, independientemente de la enfermedad que padezca o de la
duración de su estancia hospitalaria. Estas características habrá que
tenerlas en cuenta, obviamente, para tomarlas como punto de partida y
referencia para la elaboración de programas de intervención específicos
para cada niño. Pero nunca serán factores excluyentes para dejar de
atender pedagógicamente a un niño. Hay que tener en cuenta que en
diversos hospitales europeos si el niño no va a estar ingresado un
mínimo de días no se le considera susceptible de atención pedagógica, ni se le ofrece la posibilidad de asistir al
aula hospitalaria.
ORIGEN Y EVOLUCIÓN DE LAS AULAS HOSPITALARIAS
La situación actual de la pedagogía hospitalaria en España se puede decir que se encuentra en un momento importante ya que son pocos los hospitales que hoy en día no cuenten con un aula hospitalaria entre sus instalaciones. El proceso para llegar a esta situación ha sido largo y complejo. En un principio las aulas surgieron en ciertos hospitales de manera espontánea debido a la preocupación suscitada por algunos en cuanto a la atención escolar de los niños que pasaban largas estancias hospitalizados, lejos de su ambiente y con posibilidad de perder el curso escolar.
Las primeras escuelas dentro de un hospital surgen allá por los años cincuenta en centros vinculados con la orden hospitalaria de San Juan de Dios, como ocurriera en el Sanatorio Marítimo de Gijón que era llevado por estos hermanos; labor que fue continuada en otro de sus hospitales, en esta ocasión de Madrid, en el Asilo de San Rafael. Unos años más tarde, en torno a 1965, ante la epidemia de poliomelitis que sufría la población infantil española, se plantea la necesidad de ayudar a estos niños no sólo desde el punto de vista médico, sino también desde el escolar y educativo. Esta iniciativa dio lugar a que se abriesen una serie de aulas en diversos hospitales de la geografía española, en concreto en el hospital de Oviedo, en La Fe de Valencia, en Manresa (Barcelona) también bajo los hermanos de San Juan de Dios y en los madrileños: Niño Jesús, Clínico, Gregorio Marañón y Hospital del Rey, unas Aulas dependientes del Insalud, conocido por entonces como el Ministerio de Trabajo y Seguridad Social, que van abriendo camino al ámbito de la atención escolar hospitalaria. Hay que incidir en un hecho primordial y es que en un principio, estas aulas fueron creadas con la idea de atender la demanda que había por parte de la sociedad por atender a niños con determinadas enfermedades, como la poliomelitis, parálisis cerebral, Síndrome Tóxico, etc. Se pretendía, en esos momentos iniciales, más entretener a los niños que llevar con ellos un seguimiento escolar, según el programa de su colegio de origen.
Esta iniciativa tuvo su continuación en 1974, a raíz de la apertura del Hospital Nacional de Parapléjicos, en Toledo. En ese momento se puso en marcha una Sección Pedagógica, compuesta de cinco aulas, biblioteca, secretaría y una sala de profesores, con cuatro maestros, de los que hoy en día sólo quedan tres. La misión de esta Sección era atender las necesidades educativas de los niños y adultos ingresados, cubriendo así una demanda cada vez más extendida en la sociedad española. Sin embargo, esta iniciativa no cuajó todavía en el resto de hospitales.
El resultado final fue que el 18 de mayo de 1998 se firmó un convenio entre el Ministerio de Educación y Cultura, el Ministerio de Sanidad y Consumo y el Instituto Nacional de la Salud, en el que se sentaron las bases y la política compensatoria destinada a resolver la escolarización de los niños convalecientes o ingresados en centros hospitalarios.
En la actualidad la mayor parte de los centros hospitalarios de España cuentan entre sus dependencias con una o varias aulas donde son atendidos los niños y niñas que se ven obligados a pasar un tiempo en el hospital lejos de sus centros escolares de origen. Los años comprendidos en esta atención son los que van de los 3 a los 16 años, aunque en ocasiones puntuales son atendidos niños de otras edades superiores, aquellos que van al Bachillerato.
La situación actual de la pedagogía hospitalaria en España se puede decir que se encuentra en un momento importante ya que son pocos los hospitales que hoy en día no cuenten con un aula hospitalaria entre sus instalaciones. El proceso para llegar a esta situación ha sido largo y complejo. En un principio las aulas surgieron en ciertos hospitales de manera espontánea debido a la preocupación suscitada por algunos en cuanto a la atención escolar de los niños que pasaban largas estancias hospitalizados, lejos de su ambiente y con posibilidad de perder el curso escolar.
Las primeras escuelas dentro de un hospital surgen allá por los años cincuenta en centros vinculados con la orden hospitalaria de San Juan de Dios, como ocurriera en el Sanatorio Marítimo de Gijón que era llevado por estos hermanos; labor que fue continuada en otro de sus hospitales, en esta ocasión de Madrid, en el Asilo de San Rafael. Unos años más tarde, en torno a 1965, ante la epidemia de poliomelitis que sufría la población infantil española, se plantea la necesidad de ayudar a estos niños no sólo desde el punto de vista médico, sino también desde el escolar y educativo. Esta iniciativa dio lugar a que se abriesen una serie de aulas en diversos hospitales de la geografía española, en concreto en el hospital de Oviedo, en La Fe de Valencia, en Manresa (Barcelona) también bajo los hermanos de San Juan de Dios y en los madrileños: Niño Jesús, Clínico, Gregorio Marañón y Hospital del Rey, unas Aulas dependientes del Insalud, conocido por entonces como el Ministerio de Trabajo y Seguridad Social, que van abriendo camino al ámbito de la atención escolar hospitalaria. Hay que incidir en un hecho primordial y es que en un principio, estas aulas fueron creadas con la idea de atender la demanda que había por parte de la sociedad por atender a niños con determinadas enfermedades, como la poliomelitis, parálisis cerebral, Síndrome Tóxico, etc. Se pretendía, en esos momentos iniciales, más entretener a los niños que llevar con ellos un seguimiento escolar, según el programa de su colegio de origen.
Esta iniciativa tuvo su continuación en 1974, a raíz de la apertura del Hospital Nacional de Parapléjicos, en Toledo. En ese momento se puso en marcha una Sección Pedagógica, compuesta de cinco aulas, biblioteca, secretaría y una sala de profesores, con cuatro maestros, de los que hoy en día sólo quedan tres. La misión de esta Sección era atender las necesidades educativas de los niños y adultos ingresados, cubriendo así una demanda cada vez más extendida en la sociedad española. Sin embargo, esta iniciativa no cuajó todavía en el resto de hospitales.
El resultado final fue que el 18 de mayo de 1998 se firmó un convenio entre el Ministerio de Educación y Cultura, el Ministerio de Sanidad y Consumo y el Instituto Nacional de la Salud, en el que se sentaron las bases y la política compensatoria destinada a resolver la escolarización de los niños convalecientes o ingresados en centros hospitalarios.
En la actualidad la mayor parte de los centros hospitalarios de España cuentan entre sus dependencias con una o varias aulas donde son atendidos los niños y niñas que se ven obligados a pasar un tiempo en el hospital lejos de sus centros escolares de origen. Los años comprendidos en esta atención son los que van de los 3 a los 16 años, aunque en ocasiones puntuales son atendidos niños de otras edades superiores, aquellos que van al Bachillerato.
EL EDUCADOR/ANIMADOR Y LA ACTIVIDAD LÚDICA CON NIÑOS/AS HOSPITALIZADOS/AS
El juego y la actividad lúdica, suponen un hecho altamente enriquecedor y gratificante para el niño y la niña, y por este motivo, cobra mayor importancia en situaciones de riesgo y vulnerabilidad como la de la hospitalización.
En función del apoyo que se le ofrezca al menor ante las situaciones que se generan por la enfermedad y hospitalización, éste afrontará de una mejor manera todas esas situaciones, evitando así que las vivencie de forma traumática.
La actividad lúdica va a servir al menor de válvula de escape de determinados aspectos de su nueva realidad, pero también debe ayudar al niño a enfrentarse y entender esta nueva realidad. Va a permitirle relacionarse con otras personas, con otros niños y niñas que se puedan encontrar en su misma situación, además de hacerle entender determinadas situaciones, cambios, valores y normas en este período de su vida.
Por eso, en el caso de la Animación Hospitalaria, es fundamental articular una serie de actividades de ocio, apoyo y atención socioeducativa durante el tiempo que dura la enfermedad, intentando que los períodos de hospitalización y permanencia en el hogar se acerquen lo máximo posible a las experiencias cotidianas que hasta ese momento disfrutaba el menor.
Además, los acontecimientos traumáticos que sufre el menor en el padecimiento de la enfermedad y hospitalización, pueden dominarse por medio de actividades lúdicas. Por ejemplo, el internamiento o la intervención quirúrgica se asimilan mejor si además de explicárselo, el niño lo vivencia varias veces en juegos. Al jugar a los médicos, su sufrimiento pasivo se vuelve dominio activo de la situación, permitiéndole afrontar simbólicamente los problemas que le preocupan.
Por todas estas razones, el juego, entendido en su más amplio concepto, es fundamental para el desarrollo del niño enfermo. De esta forma, las relaciones personales y la utilización de la animación y el juego, serán uno de los factores fundamentales para la recuperación del menor y su posterior inserción en la vida cotidiana, a la vez que se incide en la mejora del ocio creativo de los pacientes ingresados, sus acompañantes y los trabajadores del centro hospitalario.
El juego y la actividad lúdica, suponen un hecho altamente enriquecedor y gratificante para el niño y la niña, y por este motivo, cobra mayor importancia en situaciones de riesgo y vulnerabilidad como la de la hospitalización.
En función del apoyo que se le ofrezca al menor ante las situaciones que se generan por la enfermedad y hospitalización, éste afrontará de una mejor manera todas esas situaciones, evitando así que las vivencie de forma traumática.
La actividad lúdica va a servir al menor de válvula de escape de determinados aspectos de su nueva realidad, pero también debe ayudar al niño a enfrentarse y entender esta nueva realidad. Va a permitirle relacionarse con otras personas, con otros niños y niñas que se puedan encontrar en su misma situación, además de hacerle entender determinadas situaciones, cambios, valores y normas en este período de su vida.
Por eso, en el caso de la Animación Hospitalaria, es fundamental articular una serie de actividades de ocio, apoyo y atención socioeducativa durante el tiempo que dura la enfermedad, intentando que los períodos de hospitalización y permanencia en el hogar se acerquen lo máximo posible a las experiencias cotidianas que hasta ese momento disfrutaba el menor.
Además, los acontecimientos traumáticos que sufre el menor en el padecimiento de la enfermedad y hospitalización, pueden dominarse por medio de actividades lúdicas. Por ejemplo, el internamiento o la intervención quirúrgica se asimilan mejor si además de explicárselo, el niño lo vivencia varias veces en juegos. Al jugar a los médicos, su sufrimiento pasivo se vuelve dominio activo de la situación, permitiéndole afrontar simbólicamente los problemas que le preocupan.
Por todas estas razones, el juego, entendido en su más amplio concepto, es fundamental para el desarrollo del niño enfermo. De esta forma, las relaciones personales y la utilización de la animación y el juego, serán uno de los factores fundamentales para la recuperación del menor y su posterior inserción en la vida cotidiana, a la vez que se incide en la mejora del ocio creativo de los pacientes ingresados, sus acompañantes y los trabajadores del centro hospitalario.
EL NIÑO ONCOLÓGICO
El cáncer en la niñez produce estrés interna y externamente, porque altera la relación de los individuos con su medio ambiente. Para el niño con cáncer, esto incluye familia, colegio y amigos, es decir, todo el ambiente que rodea al mismo. La adaptación del niño a la enfermedad es complicada por las respuestas de afrontamiento de los adultos y de los niños que son parte de su mundo.
Para que un programa de tratamiento sea efectivo tiene que tener en cuenta sus padres, hermanos, abuelos, los ajenos al tratamiento y en algunos casos sus cónyuges. Lo ideal es desarrollar una camaradería entre los niños, los padres, los profesores, el personal psicológico y médico, y los voluntarios cuya experiencia les permite planear un tratamiento psicosocial efectivo.
La niñez es un tiempo especial. Si permitimos que los niños sean niños, con todas sus fantasías y temores, el panorama desalentador del tratamiento del cáncer será más fácil. Esto es difícil, porque una vez diagnosticado, se percibe a los niños de forma diferente y obran recíprocamente con el mundo de manera diferente. Durante el cuidado diario, es importante preguntarse si se comprenden las preocupaciones íntimas del niño con cáncer -aquellas cosas que les preocupan cuando están intentando dormir por la noche. Ross, en sus entrevistas con niños leucémicos, identificó áreas específicas de preocupación que incluían procedimientos de tratamiento, aspectos relacionados con la familia, y problemas relacionados con la reincorporación en el colegio. En la mayoría de los períodos de la enfermedad, escuchar a los niños requiere habilidad y paciencia. La importancia de aprender a hablar con los niños y no para ellos, no se puede minimizar. Ellos no pueden siempre elegir en las decisiones pero ciertamente tienen voz.
Al igual que sus padres, la primera pregunta que se hace un niño ante su diagnóstico es «¿Por qué yo?». Depresión y ansiedad no son poco comunes. Kashami y Hakami (1982) observaron que el 17 % de pacientes infantiles oncológicos exhibían síntomas de algún trastorno del estado de ánimo y que el 30 % experimentaba trastornos por angustia de separación y temor durante el curso de la enfermedad. Igual que los adultos, los niños también siente una gran ira, generalmente dirigida contra sus padres, hermanos, amigos o personal sanitario, o manifestada en irritabilidad u otras alteraciones del comportamiento. Frecuentemente se preguntan si van a morir de la enfermedad. Es fundamental siempre aclarar sus dudas y darles esperanzas de curación, así como mantener las líneas de comunicación abiertas con él durante todas las etapas de la enfermedad.
El cáncer en la niñez produce estrés interna y externamente, porque altera la relación de los individuos con su medio ambiente. Para el niño con cáncer, esto incluye familia, colegio y amigos, es decir, todo el ambiente que rodea al mismo. La adaptación del niño a la enfermedad es complicada por las respuestas de afrontamiento de los adultos y de los niños que son parte de su mundo.
Para que un programa de tratamiento sea efectivo tiene que tener en cuenta sus padres, hermanos, abuelos, los ajenos al tratamiento y en algunos casos sus cónyuges. Lo ideal es desarrollar una camaradería entre los niños, los padres, los profesores, el personal psicológico y médico, y los voluntarios cuya experiencia les permite planear un tratamiento psicosocial efectivo.
La niñez es un tiempo especial. Si permitimos que los niños sean niños, con todas sus fantasías y temores, el panorama desalentador del tratamiento del cáncer será más fácil. Esto es difícil, porque una vez diagnosticado, se percibe a los niños de forma diferente y obran recíprocamente con el mundo de manera diferente. Durante el cuidado diario, es importante preguntarse si se comprenden las preocupaciones íntimas del niño con cáncer -aquellas cosas que les preocupan cuando están intentando dormir por la noche. Ross, en sus entrevistas con niños leucémicos, identificó áreas específicas de preocupación que incluían procedimientos de tratamiento, aspectos relacionados con la familia, y problemas relacionados con la reincorporación en el colegio. En la mayoría de los períodos de la enfermedad, escuchar a los niños requiere habilidad y paciencia. La importancia de aprender a hablar con los niños y no para ellos, no se puede minimizar. Ellos no pueden siempre elegir en las decisiones pero ciertamente tienen voz.
Al igual que sus padres, la primera pregunta que se hace un niño ante su diagnóstico es «¿Por qué yo?». Depresión y ansiedad no son poco comunes. Kashami y Hakami (1982) observaron que el 17 % de pacientes infantiles oncológicos exhibían síntomas de algún trastorno del estado de ánimo y que el 30 % experimentaba trastornos por angustia de separación y temor durante el curso de la enfermedad. Igual que los adultos, los niños también siente una gran ira, generalmente dirigida contra sus padres, hermanos, amigos o personal sanitario, o manifestada en irritabilidad u otras alteraciones del comportamiento. Frecuentemente se preguntan si van a morir de la enfermedad. Es fundamental siempre aclarar sus dudas y darles esperanzas de curación, así como mantener las líneas de comunicación abiertas con él durante todas las etapas de la enfermedad.
PROGRAMAS DE AULAS HOSPITALARIAS
La
estancia para un niño en un hospital supone: enfermedad física,
disgusto, malestar y con frecuencia miedo y dolor. Tiene que someterse a
un cambio en sus actividades y rutinas diarias, los que están en edad
escolar además pierden sus actividades escolares. En este contexto, el
Aula Hospitalaria representa un lugar seguro y normalizador para el
niño, que además de la función docente, tiene un significado relacional
ocupacional e integrador.
Se pretende atender el derecho
que todo niño tiene a recibir una educación general, incluso cuando sea
necesaria su hospitalización, al mismo tiempo, que encuentra un espacio
idóneo dentro del hospital, en el que puede relacionarse con otros niños
con los que comparte sus propias experiencias y le ayuda a superar con
mayor rapidez los problemas de salud que hasta el hospital le habían
llevado.
Estas actuaciones tienen por finalidad dar
continuidad a las actividades educativas y potenciar la relación del
alumnado hospitalizado o convaleciente en casa con sus centros de
referencia como medio de normalización de su situación vital. El
Programa de Atención Educativa Domiciliaria se llevará a cabo
directamente por la administración educativa o en colaboración con
Asociaciones sin fin de lucro, y bajo la coordinación de las
Delegaciones Provinciales.
A lo largo de su estancia en el Aula Hospitalaria se llevará a cabo con
estos alumnos y, siempre que su estado de salud lo permita, un
seguimiento del currículum establecido con carácter general en el nivel
correspondiente a cada niño hospitalizado, realizando en caso necesario
las oportunas adaptaciones curriculares. Al mismo tiempo, dada su
importancia desde el punto de vista de la motivación, se intensificarán
las actividades de Expresión Artística, considerando que todo tipo de
manualidad va acompañada de una serie de disposiciones por parte del
alumno:
- Concentración y aumento de la autoestima.
- Relajación, para mantener el equilibrio emocional.
- Fomento de la creatividad y el sentido artístico y cromático.
- Perfeccionamiento de la habilidad manual.
La ejecución de las actividades que se llevarán a cabo en el aula hospitalaria se realizarán parte de forma individual y parte en equipo. En este sentido se potenciarán todas aquellas actividades que conlleven realizar un trabajo en común, ya que la cooperación entre los niños y, especialmente, entre los que están hospitalizados es fundamental para su integración dentro del espacio hospitalario.
Asimismo, es fundamental en el desarrollo de estas actividades la utilización de las nuevas tecnologías, que se han convertido en los últimos años en un agente motivador de primer orden.
Según todo esto, las actividades a realizar dentro del aula se pueden agrupar:
- Según el momento de aplicación.
- Según el contenido de las mismas.
- Según la forma de realización.
a) Según el momento de aplicación:
- Actividades de iniciación. Entendidas éstas como aquellas actividades de marcado carácter lúdico y de toma de contacto con el niño hospitalizado.
- Actividades de desarrollo. Entendidas éstas como aquellas actividades que buscan la consecución de los objetivos propuestos a raíz de la toma de contacto, tanto con el alumno, como con el profesor-tutor del centro de origen, con el facultativo correspondiente y padres, etc.
- Actividades de evaluación. Serían aquellas que coinciden con el momento previsto como el final del período de hospitalización, donde se valora el grado de consecución, el grado de integración, su adaptación, su nivel de relaciones interpersonales, su conocimiento y aceptación de la enfermedad, etc.
b) Según el contenido de las mismas:
- Actividades curriculares. Dirigidas a la continuidad del proceso de aprendizaje-enseñanza conforme a los criterios generales para el diseño y evaluación del plan de trabajo individual.
- Actividades formativas. Dirigidas a mejorar la situación personal, psicoafectiva y social del niño enfermo hospitalizado.
- Actividades complementarias y extraescolares. De apoyo, ampliación a la tarea escolar.
c) Según la forma de realización:
- Actividades individuales: las realiza el propio niño de forma individual, bajo la orientación y el control del maestro.
- Actividades de carácter grupal. Las realizan un grupo de niños que no tienen por qué ser del mismo nivel educativo y donde se ponen en juego, entre otras, las habilidades de comunicación, capacidad de interrelación, etc.
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- Concentración y aumento de la autoestima.
- Relajación, para mantener el equilibrio emocional.
- Fomento de la creatividad y el sentido artístico y cromático.
- Perfeccionamiento de la habilidad manual.
La ejecución de las actividades que se llevarán a cabo en el aula hospitalaria se realizarán parte de forma individual y parte en equipo. En este sentido se potenciarán todas aquellas actividades que conlleven realizar un trabajo en común, ya que la cooperación entre los niños y, especialmente, entre los que están hospitalizados es fundamental para su integración dentro del espacio hospitalario.
Asimismo, es fundamental en el desarrollo de estas actividades la utilización de las nuevas tecnologías, que se han convertido en los últimos años en un agente motivador de primer orden.
Según todo esto, las actividades a realizar dentro del aula se pueden agrupar:
- Según el momento de aplicación.
- Según el contenido de las mismas.
- Según la forma de realización.
a) Según el momento de aplicación:
- Actividades de iniciación. Entendidas éstas como aquellas actividades de marcado carácter lúdico y de toma de contacto con el niño hospitalizado.
- Actividades de desarrollo. Entendidas éstas como aquellas actividades que buscan la consecución de los objetivos propuestos a raíz de la toma de contacto, tanto con el alumno, como con el profesor-tutor del centro de origen, con el facultativo correspondiente y padres, etc.
- Actividades de evaluación. Serían aquellas que coinciden con el momento previsto como el final del período de hospitalización, donde se valora el grado de consecución, el grado de integración, su adaptación, su nivel de relaciones interpersonales, su conocimiento y aceptación de la enfermedad, etc.
b) Según el contenido de las mismas:
- Actividades curriculares. Dirigidas a la continuidad del proceso de aprendizaje-enseñanza conforme a los criterios generales para el diseño y evaluación del plan de trabajo individual.
- Actividades formativas. Dirigidas a mejorar la situación personal, psicoafectiva y social del niño enfermo hospitalizado.
- Actividades complementarias y extraescolares. De apoyo, ampliación a la tarea escolar.
c) Según la forma de realización:
- Actividades individuales: las realiza el propio niño de forma individual, bajo la orientación y el control del maestro.
- Actividades de carácter grupal. Las realizan un grupo de niños que no tienen por qué ser del mismo nivel educativo y donde se ponen en juego, entre otras, las habilidades de comunicación, capacidad de interrelación, etc.
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