Un concepto a tener en cuenta, y directamente relacionado con los valores, es el de bienestar familiar, dado que los valores lo facilitan, mientras que su ausencia o los inadecuados pueden provocar efectos negativos e inestabilidad en la familia.
Aunque este concepto ha variado con el transcurrir del tiempo, veamos qué se entiende por bienestar familiar (Rodrigo. M. J. y Palacios, J., 1998): se considera como un estado dinámico y constructivo, producto del día a día, donde familia es capaz de reajuste suficiente para enfrentarse a las situaciones cambiantes que se le presenten. Gracias al cambio habido en la forma de entender este constructo, ya no es tan importante observar si en la familia hay presencia o ausencia de conflictos como si son capaces de enfrentarse a ellos y solucionarlos.
Los valores pueden ser fácilmente fuente de conflictos, ahora bien, la familia puede adoptar dos posiciones: mantener el conflicto como si no pasara nada o buscar los mecanismos necesarios para solucionarlo. Está última opción es por la que debería siempre caminar la familia; de no ser así, la función del Educador será mostrarles claramente el camino que están tomando y cuestionarles si procuran el bienestar familiar o no.
La familia cuenta con una serie de normas o reglas sociales establecidas y aprendidas gradualmente, que le permiten mantener un sano y eficaz equilibrio entre las aspiraciones individuales y sociales. Este aprendizaje, por lo general, se suele realizar en un ambiente de proximidad, afecto y comunicación que facilita la interiorización y asunción de las normas familiares y sociales. En este contexto de aprendizaje de valores y normas, no sólo las personas adultas toman partido, todos los miembros tienen su importancia. Hay un intercambio que no siempre es simétrico, ya que como sabemos en las primeras etapas del desarrollo dicho intercambio debe ser asimétrico. A medida que los hijos crecen, la relación se va haciendo más simétrica y los jóvenes muestran un papel más activo en cuanto a asumir o no los valores de sus padres, por ejemplo. Los jóvenes van adquiriendo la edad suficiente como para contrastar con sus padres las ideas u opiniones que poseen con respecto a unos valores u otros.
Los padres deben favorecer el diálogo, la escucha activa y la reflexión crítica, para permitir a sus hijos un mejor contraste de ideas, sobre todo en lo relativo a aquellas cuestiones que les preocupan. De todo ello surgirán los valores, las normas y las creencias con las que se conviven en casa y en la sociedad. No existe una relación directa entre los valores que los padres desean para sus hijos y los que éstos adquieren pues, como veremos, los padres no son los únicos agentes socializadores en valores y esto influye en el resultado final.
Los valores pueden servir como palanca de cambio o de retroceso, dependiendo de si dan respuesta o no, a las diversas demandas que van surgiendo en el ciclo familiar. De esta forma van adquiriendo un poder mediatizador de los cambios. Ante esta faceta cabe preguntarse: ¿ayudan los valores familiares a superar los cambios?. La respuesta dependerá de la red de apoyo y del clima de seguridad y afecto que proporcione cada familia.
El tema de los valores es un contenido fundamental, y necesario dentro de la educación familiar, sin su abordaje estaríamos cayendo en un grave error, ya que los valores familiares son primordiales para el bienestar familiar, individual y social.
Con anterioridad, hablábamos sobre las relaciones entre padres e hijos y los valores, como bien sabemos el espacio intergeneracional incluye también a los abuelos. Toda relación que se mantiene dentro del núcleo familiar está influyendo en la construcción y en el mantenimiento o desaparición de unos u otros valores. El espacio intergeneracional se convierte así en punto de inflexión o flexión respecto a valores de conservación y de apertura (Rodrigo, M. J. y Palacios, J., 1998).
Hoy en día se está desaprovechando la gran oportunidad que ofrecen los abuelos como educadores en valores. La relación abuelos-nietos permite construir valores en un tiempo y espacio diferente al de los padres; de esta forma se logran estructuras de valores más ricas, elaboradas y con mayor perspectivismo generacional.
Los padres desean transmitir valores que favorezcan un buen y eficaz desenvolvimiento de los hijos en el resto de sistemas (escuela, amigos, trabajo...). Así, van a dar prioridad a unos valores sobre otros, dependiendo de las metas socializadoras que persigan. Consideran fundamentales aquellos valores que faciliten (Rodrigo, M.J. y Palacios, J., 1998):
- El desarrollo personal;
- las relaciones interpersonales;
- el aprovechamiento escolar o laboral.
Variables como la cultura, nivel socioeconómico, nivel de estudios, edad y sexo de los hijos, etc. también influyen en los valores que transmiten los padres a sus hijos.
La familia será evaluada conforme a si es eficaz o no en la socialización de valores. Hemos visto que existen una serie de variables a tener en cuenta y que incidirán en un mayor o menor grado de eficacia, aún así, lo más relevante es ver si los padres reconocen su responsabilidad en la construcción de valores y en su mantenimiento-desaparición.
Una serie de interrogantes servirán para poner en tela de juicio la eficacia de los padres como educadores de valores (Rodrigo, M.J. y Palacios, J., 1998):
1. ¿Cuáles son los valores que mantienen los hijos?.
2. ¿Son concordantes o discrepantes con los valores que los padres dicen transmitir?. 3. ¿Por qué unas familias son eficaces en dicho proceso de socialización, mientras que otras generan contravalores en sus hijos totalmente opuestos a los familiares?.
El/la Educador/a Familiar ha de proponerse como meta que los padres se reconozcan como responsables en la construcción de valores, además de hacerles comprender y asumir las consecuencias derivadas de esa toma de responsabilidad, evaluándose y evaluando las situaciones continuamente.
Aunque este concepto ha variado con el transcurrir del tiempo, veamos qué se entiende por bienestar familiar (Rodrigo. M. J. y Palacios, J., 1998): se considera como un estado dinámico y constructivo, producto del día a día, donde familia es capaz de reajuste suficiente para enfrentarse a las situaciones cambiantes que se le presenten. Gracias al cambio habido en la forma de entender este constructo, ya no es tan importante observar si en la familia hay presencia o ausencia de conflictos como si son capaces de enfrentarse a ellos y solucionarlos.
Los valores pueden ser fácilmente fuente de conflictos, ahora bien, la familia puede adoptar dos posiciones: mantener el conflicto como si no pasara nada o buscar los mecanismos necesarios para solucionarlo. Está última opción es por la que debería siempre caminar la familia; de no ser así, la función del Educador será mostrarles claramente el camino que están tomando y cuestionarles si procuran el bienestar familiar o no.
La familia cuenta con una serie de normas o reglas sociales establecidas y aprendidas gradualmente, que le permiten mantener un sano y eficaz equilibrio entre las aspiraciones individuales y sociales. Este aprendizaje, por lo general, se suele realizar en un ambiente de proximidad, afecto y comunicación que facilita la interiorización y asunción de las normas familiares y sociales. En este contexto de aprendizaje de valores y normas, no sólo las personas adultas toman partido, todos los miembros tienen su importancia. Hay un intercambio que no siempre es simétrico, ya que como sabemos en las primeras etapas del desarrollo dicho intercambio debe ser asimétrico. A medida que los hijos crecen, la relación se va haciendo más simétrica y los jóvenes muestran un papel más activo en cuanto a asumir o no los valores de sus padres, por ejemplo. Los jóvenes van adquiriendo la edad suficiente como para contrastar con sus padres las ideas u opiniones que poseen con respecto a unos valores u otros.
Los padres deben favorecer el diálogo, la escucha activa y la reflexión crítica, para permitir a sus hijos un mejor contraste de ideas, sobre todo en lo relativo a aquellas cuestiones que les preocupan. De todo ello surgirán los valores, las normas y las creencias con las que se conviven en casa y en la sociedad. No existe una relación directa entre los valores que los padres desean para sus hijos y los que éstos adquieren pues, como veremos, los padres no son los únicos agentes socializadores en valores y esto influye en el resultado final.
Los valores pueden servir como palanca de cambio o de retroceso, dependiendo de si dan respuesta o no, a las diversas demandas que van surgiendo en el ciclo familiar. De esta forma van adquiriendo un poder mediatizador de los cambios. Ante esta faceta cabe preguntarse: ¿ayudan los valores familiares a superar los cambios?. La respuesta dependerá de la red de apoyo y del clima de seguridad y afecto que proporcione cada familia.
El tema de los valores es un contenido fundamental, y necesario dentro de la educación familiar, sin su abordaje estaríamos cayendo en un grave error, ya que los valores familiares son primordiales para el bienestar familiar, individual y social.
Con anterioridad, hablábamos sobre las relaciones entre padres e hijos y los valores, como bien sabemos el espacio intergeneracional incluye también a los abuelos. Toda relación que se mantiene dentro del núcleo familiar está influyendo en la construcción y en el mantenimiento o desaparición de unos u otros valores. El espacio intergeneracional se convierte así en punto de inflexión o flexión respecto a valores de conservación y de apertura (Rodrigo, M. J. y Palacios, J., 1998).
Hoy en día se está desaprovechando la gran oportunidad que ofrecen los abuelos como educadores en valores. La relación abuelos-nietos permite construir valores en un tiempo y espacio diferente al de los padres; de esta forma se logran estructuras de valores más ricas, elaboradas y con mayor perspectivismo generacional.
Los padres desean transmitir valores que favorezcan un buen y eficaz desenvolvimiento de los hijos en el resto de sistemas (escuela, amigos, trabajo...). Así, van a dar prioridad a unos valores sobre otros, dependiendo de las metas socializadoras que persigan. Consideran fundamentales aquellos valores que faciliten (Rodrigo, M.J. y Palacios, J., 1998):
- El desarrollo personal;
- las relaciones interpersonales;
- el aprovechamiento escolar o laboral.
Variables como la cultura, nivel socioeconómico, nivel de estudios, edad y sexo de los hijos, etc. también influyen en los valores que transmiten los padres a sus hijos.
La familia será evaluada conforme a si es eficaz o no en la socialización de valores. Hemos visto que existen una serie de variables a tener en cuenta y que incidirán en un mayor o menor grado de eficacia, aún así, lo más relevante es ver si los padres reconocen su responsabilidad en la construcción de valores y en su mantenimiento-desaparición.
Una serie de interrogantes servirán para poner en tela de juicio la eficacia de los padres como educadores de valores (Rodrigo, M.J. y Palacios, J., 1998):
1. ¿Cuáles son los valores que mantienen los hijos?.
2. ¿Son concordantes o discrepantes con los valores que los padres dicen transmitir?. 3. ¿Por qué unas familias son eficaces en dicho proceso de socialización, mientras que otras generan contravalores en sus hijos totalmente opuestos a los familiares?.
El/la Educador/a Familiar ha de proponerse como meta que los padres se reconozcan como responsables en la construcción de valores, además de hacerles comprender y asumir las consecuencias derivadas de esa toma de responsabilidad, evaluándose y evaluando las situaciones continuamente.
Curso a distancia toda España y Latinoamerica: EDUCADOR-A FAMILIAR: Intervencion con familias en riesgo de exclusion social
Duración: 700 horas.
Diploma acreditativo.
El curso está dividido en tres módulos:
Módulo 1: Educador/a Familiar:
Módulo 1: Educador/a Familiar:
Duración: 300 horas. Sin tiempo mínimo ni máximo.
Duración: 200 horas. Sin tiempo mínimo ni máximo.
Duración: 200 horas. Sin tiempo mínimo ni máximo.
Los alumnos que estén realizando o hayan realizado el curso de Educador Familiar (300 h.), solamente deben realizar el Módulo 2 y 3. El alumno puede matricularse en los tres módulos a la vez o de uno en uno.
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