En la actualidad casi nadie pone en duda que vivimos tiempos de cambios, de reconversión de valores, de reestructuración de códigos normativos... Tiempos de incertidumbre que afectan a todos los ámbitos del entramado social. La familia, núcleo central de la sociedad que es, no puede ni debe permanecer ajena a estas transformaciones. Aún así, la mayor dificultad ante la que se encuentra la familia es ser capaz de adaptarse a los cambios que se producen en todas las estructuras. Esta situación, en numerosas ocasiones, se traduce en inestabilidad familiar y laboral, en desorientación en cuanto a su papel en el control de los hijos y en conflictos de todo tipo, en especial en los estratos más bajos de la escala social y económica.
La labor de los Educadores Familiares, como personas que están en contacto con las familias del barrio o del entorno, no es otra que ayudarles a comprender el proceso imparable de cambio en la que están inmersas y la progresiva modificación de su papel y funciones. Educar de forma íntegra, a través de una relación cotidiana y no casual, es el cometido principal. Importante es a la hora de llevar a cabo esta tarea educativa en el ámbito familiar, propiciar que sean las familias las gestoras de sus propios cambios, adquiriendo de esta forma un sentido de competencia, de responsabilidad y de actuación propia, que les permita avanzar conforme a la propia evolución.
Por todo ello se hace necesaria la formación de estos educadores en el ámbito de la educación familiar para que su aportación sea lo más objetiva y fiable posible. El educador ha de trabajar no sólo en lo que a conocimientos sobre la Familia se refiere, sobre las dificultades que atraviesa hoy en día la institución familiar: paro, drogas, pobreza y marginalidad, nuevas formas de convivencia, relaciones padres-hijos, convivencia entre generaciones,...; sino que también ha de saber cómo hacer llegar esos conocimientos, cómo transmitirlos a las personas con las que se relaciona. Por eso, tiene que conocer los métodos, estrategias y también los recursos necesarios para ello.
No podemos olvidar tampoco que la educación familiar tiene como destinatarios todos los miembros del sistema familiar, y la interrelación de éste con el resto de sistemas, ya sea social, escolar o comunitario. Por otra parte hemos de tener en cuenta que las familias con las que con mayor probabilidad trabaja el Educador suelen vivir en barrios periféricos, en su mayoría marginales y con problemáticas familiares y sociales múltiples y cronificadas.
Aunque las familias intentan educar correctamente (que viene definido por aquellos que detentan el poder y están convencidos de que su ética y su moral son las verdaderas, las mejores y, además, al estar refrendadas por el éxito, deben ser adoptadas por el conjunto de la población; el rechazo o cuestionamiento de esta premisa se considera nocivo para el conjunto social y lleva al fracaso ya la desviación social) a todos sus integrantes, la pérdida de los referentes estables con los que venían educando y de las funciones que tradicionalmente tenía asignadas, ha provocado que la familia no tenga claro cómo debe ser la correcta educación y socialización de sus miembros y que por ello delegue estas funciones a la escuela y a los medios de comunicación social. Esta pérdida de competencia y de falta de confianza en sus funciones parentales y familiares reafirman la necesidad de una Educación Familiar que parta de una educación integral, acorde con la pluralidad y la diversidad existente y que ponga todos sus esfuerzos en evitar la estigmatización de ciertos sectores o clases sociales inferiores económica, cultural y socialmente.
A pesar de que se sigue afirmando que la institución familiar está en crisis, esto no es del todo cierto, ya que más bien es la sociedad en su conjunto la que está viviendo profundas transformaciones. En último extremo, si hubiera que admitir la crisis como un hecho, esta sería de los modelos clásicos de familia; pero no de la institución como soporte de la sociedad y fuente de vida humana. La familia ha logrado sobrevivir a todos los cambios que se han producido a lo largo de los siglos, por su papel mediador entre la sociedad y el individuo.
Queremos también que sirva para ofrecer la posibilidad de que las personas, educadores o no, aprendan a relacionarse con otras personas, ya formen parte de su grupo de iguales, de adultos o sus propios padres, en un ambiente en el que la comunicación muchas veces está gravemente deteriorada. Aunque esto es algo que los educadores como tales ya han aprendido a fomentar en su relación diaria con las familias.
En conclusión lo que se pretende transmitir con esta formación es que los educadores y posteriormente las familias, estén bien formados. Enseñar a conocer y aceptar sus propios compromisos, competencias y responsabilidades para consigo mismas y para con la sociedad en general. A buscar información o a demandar ayuda para que sean capaces de establecer con los demás unas relaciones sanas y satisfactorias.
Los educadores, y desde aquí trataremos de transmitirlo, han de tratar de coordinar su labor con la que se pueda llevar a cabo en el centro educativo y en el propio ambiente familiar, en los medios de comunicación social, en los servicios comunitarios, en asociaciones, etc. aunque ello en muchas ocasiones resulte complicado por las dificultades existentes en cada caso. Como en toda educación, ésta ha de ser lo más personal y autobiográfica posible, entendiendo ésto como que ha de tener en cuenta a cada persona concreta con su propia historia y circunstancias, algo a lo que está acostumbrado el educador que se precie.
La Educación Familiar como adaptación
El término adaptación se entiende como la adquisición de las condiciones que el medio exige del hábito más evolutivo del hombre: adaptarse. Por tanto, la educación familiar, consistiría en adquirir las necesarias características intelectuales, sociales, culturales, afectivas y personales para adaptarse al medio, para vivir y sobrevivir en un contexto familiar y social concreto. Ahora bien, esta adaptación es evolutiva, es un proceso que se da a lo largo de toda la vida, y la educación familiar aunque es más intensa en la infancia y en la adolescencia, continua en la adultez y en la vejez. La educación familiar adaptativa, es un inacabable proceso de continuas adaptaciones del hombre al medio natural y social. En sentido estricto, la educación familiar sería la expresión del desarrollo adaptativo del educando, como ser vivo, a las cambiantes necesidades sociales.
La adaptación es una fase necesaria de la educación familiar, aunque esa adaptación sólo tendrá valor pedagógico si se convierte en un auténtico factor de optimización de la persona y de la propia sociedad. Esa adaptación no debe entenderse como una actitud mimética sin más, sino como adaptación evolutiva, creativa y optimizante. Toda educación familiar debe ser adaptativa y evolutiva al mismo tiempo. Es decir, debe ser capaz de integrar a cada miembro del sistema familiar en el medio, y convertirse en un factor de cambio de ese mismo medio.
El término adaptación se entiende como la adquisición de las condiciones que el medio exige del hábito más evolutivo del hombre: adaptarse. Por tanto, la educación familiar, consistiría en adquirir las necesarias características intelectuales, sociales, culturales, afectivas y personales para adaptarse al medio, para vivir y sobrevivir en un contexto familiar y social concreto. Ahora bien, esta adaptación es evolutiva, es un proceso que se da a lo largo de toda la vida, y la educación familiar aunque es más intensa en la infancia y en la adolescencia, continua en la adultez y en la vejez. La educación familiar adaptativa, es un inacabable proceso de continuas adaptaciones del hombre al medio natural y social. En sentido estricto, la educación familiar sería la expresión del desarrollo adaptativo del educando, como ser vivo, a las cambiantes necesidades sociales.
La adaptación es una fase necesaria de la educación familiar, aunque esa adaptación sólo tendrá valor pedagógico si se convierte en un auténtico factor de optimización de la persona y de la propia sociedad. Esa adaptación no debe entenderse como una actitud mimética sin más, sino como adaptación evolutiva, creativa y optimizante. Toda educación familiar debe ser adaptativa y evolutiva al mismo tiempo. Es decir, debe ser capaz de integrar a cada miembro del sistema familiar en el medio, y convertirse en un factor de cambio de ese mismo medio.
Educación Familiar como didáctica de lo familiar
La Educación Familiar se entendería como un conjunto de estrategias e intervenciones socioeducativas en el medio familiar.
La Educación Familiar es una intervención socioeducativa. Una intervención, en función de las dificultades que presente cada núcleo familiar; y en función de unos determinados mandatos institucionales. Es algo así como una ciencia de la intervención frente a las problemáticas familiares. Es una didáctica de lo familiar.
Esta visión puede ser criticada de reduccionista de la Educación Familiar, y sería cierto si tan sólo se tuviera como referente la acción y mejora de situaciones sociales concretas (casi siempre problemáticas), sin interrogarse acerca de las consecuencias que de una determinada intervención pueden derivarse. Esto viene a reivindicar que toda intervención tiene que estar acompañada por una continua revisión y reflexión, tanto de nuestros actos como de nuestra forma de pensar, de nuestras actitudes, emociones… en definitiva, no contemplar asépticamente todo lo que conlleva el proceso de intervención familiar y sus resultados.
La Educación Familiar se entendería como un conjunto de estrategias e intervenciones socioeducativas en el medio familiar.
La Educación Familiar es una intervención socioeducativa. Una intervención, en función de las dificultades que presente cada núcleo familiar; y en función de unos determinados mandatos institucionales. Es algo así como una ciencia de la intervención frente a las problemáticas familiares. Es una didáctica de lo familiar.
Esta visión puede ser criticada de reduccionista de la Educación Familiar, y sería cierto si tan sólo se tuviera como referente la acción y mejora de situaciones sociales concretas (casi siempre problemáticas), sin interrogarse acerca de las consecuencias que de una determinada intervención pueden derivarse. Esto viene a reivindicar que toda intervención tiene que estar acompañada por una continua revisión y reflexión, tanto de nuestros actos como de nuestra forma de pensar, de nuestras actitudes, emociones… en definitiva, no contemplar asépticamente todo lo que conlleva el proceso de intervención familiar y sus resultados.
Educación Familiar como acción cerca de la inadaptación social
La Educación Familiar tiene como funciones:
1. Desarrollar y promover la calidad de vida del sistema familiar.
2. Adoptar y aplicar estrategias de prevención sobre las causas que originan y mantienen en desequilibrio al contexto familiar.
Definir la Educación familiar partiendo de la inadaptación viene a demostrar la excesiva relación existente entre la educación familiar y la inadaptación y la marginación. Sin obviar esta relación incidir que la educación familiar debe generalizarse a toda la sociedad y de una forma crítica denunciar el desequilibrio entre sectores marginales y aquellos que no lo son.
La Educación Familiar tiene como funciones:
1. Desarrollar y promover la calidad de vida del sistema familiar.
2. Adoptar y aplicar estrategias de prevención sobre las causas que originan y mantienen en desequilibrio al contexto familiar.
Definir la Educación familiar partiendo de la inadaptación viene a demostrar la excesiva relación existente entre la educación familiar y la inadaptación y la marginación. Sin obviar esta relación incidir que la educación familiar debe generalizarse a toda la sociedad y de una forma crítica denunciar el desequilibrio entre sectores marginales y aquellos que no lo son.
La concepción de la sociedad y de la familia
La Filosofía de la Educación Familiar ve la familia y la sociedad desde el prisma del hombre, de la persona. Así, considera que la sociedad constituye el ambiente en el que se desarrollan las personas. El grupo existe únicamente en razón de las necesidades de la persona. La familia es para el hombre el grupo natural, insustituible, dónde éste se desarrolla.
La Filosofía de la Educación Familiar pretende que reflexionemos acerca de la idea de hombre, sociedad, familia, educación... aspectos relevantes y fundamentales en la formación más básica del/a Educador/a Familiar. Todas las personas, incluidas profesionales, se hacen preguntas relativas a estos conceptos y su significación. Preguntas que muchas veces se responden de manera generalizada, erróneamente, o llegando incluso a no saber qué o cómo contestar. Los profesionales de la Filosofía y de la Educación Familiar deben evitar que sucedan situaciones de este tipo, ya que deben responder ante muchos padres de familia atrapados y atascados en un mar de dudas respecto a la educación que deben ofrecer a sus hijos, de cuáles son sus funciones, su papel en la sociedad, etc. Los Educadores Familiares cumplen y cumplirán un papel trascendental en este periodo de inestabilidad que vivimos, y nos encontraremos con familias y padres con una gran falta de confianza en sí mismos y en sus competencias parentales.
La educación, es una «ayuda» al ser humano. Los objetivos e iniciativas salen del propio educando; con el apoyo, la enseñanza y el estímulo se le induce a ello y entran a formar parte de ese proceso. No sólo hay que considerar al educando como el niño o adolescente, todos somos educandos, y es necesario que los padres lo reconozcan como tal.
Un tema sobre el cual existe cierta controversia y dudas es respecto al derecho y al deber de educar a los hijos, y sobre el derecho y el deber de los hijos en sí. Tema espinoso para algunos padres que no lo tienen claro.
Cuestiones de este tipo tendrá que aclarar el/la Educador/a Familiar a los padres para que éstos puedan llevar a cabo una adecuada y eficaz función educativa. Por ello, de antemano, es importante saber que la educación constituye un deber de los padres. No un derecho. Mejor dicho, si es un deber es ya también, por ello, un derecho: pues, si uno tiene obligación de hacer algo, ha de poder hacerlo. Es así como aparece el derecho de los padres a educar, reconocido jurídicamente en los países democráticos (no así en los países totalitarios o dictatoriales que consideran la educación como una función del Estado por encima de los padres).
Con respecto a épocas anteriores, ha habido un cambio en cuanto al derecho de los padres a educar. Antes los hijos eran propiedad de los padres, de ahí la «patria potestad», ejercida de forma autoritaria y abusiva, sin tener en cuenta que los hijos no pertenecen a nadie más que a sí mismos. Los tiempos han cambiado, y ya no es tan normal que los padres dispongan de sus hijos, ni que les marquen sus vidas (mentalidad propia de épocas pasadas donde los hijos estaban ligados a la supervivencia de la familia y a la producción, los matrimonios de conveniencia...). Por desgracia, no podemos decir que todo ésto haya desaparecido completamente, ya que existen grupos que todavía ejercen ese derecho de propiedad.
Los padres no se pueden tomar a la ligera la educación de sus hijos, aspecto que parece tender hacia la generalización. La permisividad y la inhibición de los padres se está convirtiendo en una característica definitoria del estilo educativo de nuestros hogares, y esto hace que los progenitores descuiden la educación que tienen el deber de ofrecer a sus hijos. Si éstos tienen un comportamiento inadecuado no pueden eludirlo ni permanecer indiferentes, sino que deben actuar y tomar parte en corregir y marcar los límites.
Otra característica de la familia actual es la permanencia de los hijos en el hogar hasta bien pasada la mayoría de edad. Cuando los hijos cumplen esta edad, cesa el derecho legal de intervenir en el comportamiento de los descendientes. Sin embargo, la etapa de la adolescencia y los años posteriores a la mayoría de edad, suelen ir acompañadas de continuos conflictos intergeneracionales e intrafamiliares por motivos tan diversos como son los horarios, las relaciones con el otro sexo, las amistades, los estudios, el dinero, la intimidad, el uso del ocio, etc. Aunque legalmente los padres ya no tendrían que hacerse cargo de sus hijos, los jóvenes de hoy en día son cada vez más dependientes y no son (en muchos casos tampoco quieren) capaces de independizarse de sus padres por motivos económicos, académicos, afectivos, laborales...
Sucede que los adolescentes encuentran en su familia el mejor refugio, no sólo como sustento de las necesidades más básicas sino también como fuente de consejo, afecto y atención. Por su parte los padres reconocen que no todo es una camino de rosas y que tienen bastantes dificultades y limitaciones para satisfacer todas las demandas de su prole. Limitaciones como el poco tiempo que disponen para estar con ellos por motivos laborales; y dificultades en cuanto a la autoridad, las normas, el diálogo... Si bien, hay que destacar, que los padres no pueden educar como quieran, sino que han de educar como deben, es decir como requiere el bien del hijo.
La Filosofía de la Educación Familiar ve la familia y la sociedad desde el prisma del hombre, de la persona. Así, considera que la sociedad constituye el ambiente en el que se desarrollan las personas. El grupo existe únicamente en razón de las necesidades de la persona. La familia es para el hombre el grupo natural, insustituible, dónde éste se desarrolla.
La Filosofía de la Educación Familiar pretende que reflexionemos acerca de la idea de hombre, sociedad, familia, educación... aspectos relevantes y fundamentales en la formación más básica del/a Educador/a Familiar. Todas las personas, incluidas profesionales, se hacen preguntas relativas a estos conceptos y su significación. Preguntas que muchas veces se responden de manera generalizada, erróneamente, o llegando incluso a no saber qué o cómo contestar. Los profesionales de la Filosofía y de la Educación Familiar deben evitar que sucedan situaciones de este tipo, ya que deben responder ante muchos padres de familia atrapados y atascados en un mar de dudas respecto a la educación que deben ofrecer a sus hijos, de cuáles son sus funciones, su papel en la sociedad, etc. Los Educadores Familiares cumplen y cumplirán un papel trascendental en este periodo de inestabilidad que vivimos, y nos encontraremos con familias y padres con una gran falta de confianza en sí mismos y en sus competencias parentales.
La educación, es una «ayuda» al ser humano. Los objetivos e iniciativas salen del propio educando; con el apoyo, la enseñanza y el estímulo se le induce a ello y entran a formar parte de ese proceso. No sólo hay que considerar al educando como el niño o adolescente, todos somos educandos, y es necesario que los padres lo reconozcan como tal.
Un tema sobre el cual existe cierta controversia y dudas es respecto al derecho y al deber de educar a los hijos, y sobre el derecho y el deber de los hijos en sí. Tema espinoso para algunos padres que no lo tienen claro.
Cuestiones de este tipo tendrá que aclarar el/la Educador/a Familiar a los padres para que éstos puedan llevar a cabo una adecuada y eficaz función educativa. Por ello, de antemano, es importante saber que la educación constituye un deber de los padres. No un derecho. Mejor dicho, si es un deber es ya también, por ello, un derecho: pues, si uno tiene obligación de hacer algo, ha de poder hacerlo. Es así como aparece el derecho de los padres a educar, reconocido jurídicamente en los países democráticos (no así en los países totalitarios o dictatoriales que consideran la educación como una función del Estado por encima de los padres).
Con respecto a épocas anteriores, ha habido un cambio en cuanto al derecho de los padres a educar. Antes los hijos eran propiedad de los padres, de ahí la «patria potestad», ejercida de forma autoritaria y abusiva, sin tener en cuenta que los hijos no pertenecen a nadie más que a sí mismos. Los tiempos han cambiado, y ya no es tan normal que los padres dispongan de sus hijos, ni que les marquen sus vidas (mentalidad propia de épocas pasadas donde los hijos estaban ligados a la supervivencia de la familia y a la producción, los matrimonios de conveniencia...). Por desgracia, no podemos decir que todo ésto haya desaparecido completamente, ya que existen grupos que todavía ejercen ese derecho de propiedad.
Los padres no se pueden tomar a la ligera la educación de sus hijos, aspecto que parece tender hacia la generalización. La permisividad y la inhibición de los padres se está convirtiendo en una característica definitoria del estilo educativo de nuestros hogares, y esto hace que los progenitores descuiden la educación que tienen el deber de ofrecer a sus hijos. Si éstos tienen un comportamiento inadecuado no pueden eludirlo ni permanecer indiferentes, sino que deben actuar y tomar parte en corregir y marcar los límites.
Otra característica de la familia actual es la permanencia de los hijos en el hogar hasta bien pasada la mayoría de edad. Cuando los hijos cumplen esta edad, cesa el derecho legal de intervenir en el comportamiento de los descendientes. Sin embargo, la etapa de la adolescencia y los años posteriores a la mayoría de edad, suelen ir acompañadas de continuos conflictos intergeneracionales e intrafamiliares por motivos tan diversos como son los horarios, las relaciones con el otro sexo, las amistades, los estudios, el dinero, la intimidad, el uso del ocio, etc. Aunque legalmente los padres ya no tendrían que hacerse cargo de sus hijos, los jóvenes de hoy en día son cada vez más dependientes y no son (en muchos casos tampoco quieren) capaces de independizarse de sus padres por motivos económicos, académicos, afectivos, laborales...
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