Normas y reglas. Educacion Familiar. Educador Familiar

Normas y reglas

Pasamos ahora a analizar la importancia e influencia de las normas y reglas en la educación familiar. La familia es un sistema gobernado por reglas, hasta tal punto que sus miembros se comportan entre ellos de un modo repetitivo y organizado; de tal modo que esta esquematización de comportamientos puede abstraerse como un principio regulador de la vida familiar.
El concepto más simple y claro que puede darse de las reglas es que son «acuerdos relacionales que prescriben o limitan los comportamientos individuales en una amplia gama de áreas comportamentales, organizando su interacción en un sistema razonablemente estable» (Ríos González, 1993). La familia llega a una serie de «acuerdos» para actuar de una determinada manera, ahora bien, es necesario aclarar que la mayor parte de las familias no son conscientes de ello, e incluso se dan situaciones en las que no se sabe o se desconocen cuáles son las reglas por las que se rige el sistema familiar.

Existen varios tipos de reglas que es necesario diseccionar para su mejor comprensión y para fundamentar coherentemente la intervención.

Las normas son «reglas reconocidas». Los acuerdos se establecen de manera explícita, abierta y directa. Las normas surgen con la clara intención de que todos los miembros del sistema familiar sepan, y tengan en cuentan, cuáles son los criterios y acuerdos que regulan las relaciones y el comportamiento de todos y de cada uno. Aquellas parejas o padres que tienen establecidas una serie de normas que definen su relación y sus funciones dentro de la familia, se puede decir que lo han logrado gracias al diálogo mutuo, la escucha activa, el respeto hacia el otro, y también, por respeto hacia si mismo y hacia sus convicciones. Trabajar conjuntamente en el establecimiento de criterios normativos, que regulen su tarea educativa, supone para los padres un gran esfuerzo, pero si se hace en un ambiente de proximidad, afecto y comunicación lograrán, con mayor facilidad, que sus hijos interioricen y asuman las normas familiares y sociales que les desean inculcar.

Las normas y reglas, casi siempre, han estado más asociadas a criterios autoritarios o coercitivos que a criterios de sentido común y de acuerdo mutuo, sobre todo en aquellos aspectos que son relevantes en la vida cotidiana. Consideramos que la situación comentada está directamente vinculada a la idea que los padres tengan sobre la autoridad y disciplina. Respecto a la autoridad, cabe destacar que los padres deben hacer buen uso de ella, ésto es, aceptar o rechazar el comportamiento de sus hijos argumentando siempre el porqué del rechazo o de la aceptación. En este sentido, es muy importante transmitir el mensaje de que existen unas reglas de juego, establecidas con anterioridad, y que son necesarias compartirlas por todos.

Cuando se trabaja con familias, se puede observar fácilmente que en muy pocas de ellas existen reglas (sobre cuestiones tan importantes como las emociones, afectividad, sexualidad, ideologías, política, cultura...) acordadas de manera directa y abierta.

Las reglas implícitas son aquellas que se dan por sobreentendidas, y no hace falta aclararlas, pero tampoco se verbalizan. No es raro encontrarse con familias que en determinadas áreas actúen con reglas implícitas, por ejemplo, en temas sobre sexualidad, afectividad, enfermedades, muertes, rencillas, enemistades… Cuando la mayoría de las áreas están reguladas por normas implícitas la vida familiar corre un grave peligro, estando siempre en la cuerda floja, ya que a la mínima surgen los conflictos y las tensiones. No es fácil reconocer estas reglas porque supone para la familia tratar abiertamente ciertos temas que son tabú para ellos y que les mantiene en una falsa estabilidad, que se bloquea cuando alguien de la familia, o externa a ella, quiere hablar sobre la cuestión. El/la Educador/a Familiar ha de tratar con mucho tacto estas cuestiones, dando a la familia el tiempo suficiente para hablar sobre ellas. La familia ha de ver al Educador/a como una persona en la que puede confiar y de la que recibe el apoyo necesario para afrontar dicha situación. Estos temas nunca deben ser pasados por alto porque estarán siempre influyendo en la intervención, la cuál no tomará un camino positivo hasta que no se trabajen las áreas que están perturbando el entorno familiar.

Las reglas secretas son todavía más difíciles de descubrir, y pueden pasar muchos años sin que se muestren. Lo más peculiar de este tipo de reglas es que se esconden tras acontecimientos o episodios que parecen anecdóticos o simples pero que en realidad encubren una entramada red de comportamientos y relaciones secretas. Tales reglas se presentan como acciones, movimientos, deseos, hechos… realizados por algún miembro del sistema familiar con la intencionalidad de bloquear a otro, que quiere, por ejemplo, liberarse de la regla, buscar nuevos caminos por iniciativa propia desmarcándose de la norma establecida; tampoco faltan reglas que tienden a impedir la seguridad de un miembro o a amenazar la estabilidad que ha logrado otro.

Con respecto a este tipo de reglas, el/la Educador/a puede intentar actuar del mismo modo que señalábamos en el párrafo precedente, eso sí, teniendo en cuenta siempre el grado de dificultad que contienen los secretos familiares, evaluando continuamente su capacidad para manejar el caso y la posibilidad de derivarlo a un profesional especializado.

Las metarreglas son reglas de comportamiento que van más allá de las reglas que ya existen. Esto hace que la metarregla distorsione a la regla, la fragmente o confunda los significados aceptados. La metarregla engendra reacciones distintas de las que la misma familia está acostumbrada a presenciar. Esto provoca una gran desorientación en la familia ya que les implica reorganizar o replantear cuestiones que ya tenían perfectamente asumidas. En este caso es importante ayudar a la familia a evaluar las causas y las consecuencias que han generado las metarreglas en el entorno familiar.

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