Es la demencia más común y más frecuente en la población anciana, representando entre un 50 % y 80 % del
total de las demencias. Tiene su mayor incidencia en la población mayor
de 65 años, aunque puede aparecer antes y entonces su evolución suele
ser mucho más rápida.
Esta
enfermedad debe su nombre al neurólogo alemán Alois Alzhemier y es la
más conocida de las enfermedades denominadas demencias, cuyo rasgo común
es la pérdida progresiva de la capacidad intelectual. Alzheimer fue un
neuropatólogo que describió esta enfermedad en el año 1907. Examinó el
cerebro post mortem que le habían enviado del Hospital Psiquiátrico de
Frankfurt que correspondía a una mujer de 54 años. Esta había comenzado
su enfermedad a los 50 años, principió con un delirio celotípico
(delirios de celos en donde piensan que la esposa o esposo los está
engañando).hacia su esposo, encontrábase a disgusto en su domicilio,
arrastraba las cosas de un lugar a otro, por momentos estaba irascible,
hablaba a los gritos, tenía alucinaciones visuales y auditivas.
La Enfermedad de Alzheimer (EA)
aparece de forma progresiva y pocas veces se puede diagnosticar de
forma precoz debido a que pasa inadvertida en sus primeras fases. El
diagnóstico exacto sólo se puede efectuar una vez que la persona ha
fallecido a través de un examen de su cerebro. Se trataría del deterioro
y la atrofia de la corteza cerebral.
Esta
enfermedad es la demencia senil más frecuente. Afecta a la memoria, las
habilidades, el lenguaje y progresivamente a otras facultades. Mientras
otras demencias son reversibles y tratables, ésta no lo es. No se
conoce con exactitud la causa de esta enfermedad, por lo que es
imposible prevenirla y casi muy difícil.
Los
signos más frecuentes son: pérdida progresiva de las capacidades
cognitivas y funcionales, las cuales contribuirán a deteriorar las
relaciones interpersonales del sujeto. Su forma de presentación se
caracteriza por la aparición de trastornos mentales tales como ideas de
persecución, alteración de la memoria, desorientación temporoespacial,
problemas de comprensión del lenguaje, falta de memoria y conversación
inconexa, alteraciones en la comunicación social, pérdida de hábitos de
higiene, cambios bruscos en el estado de ánimo... No se suele acompañar
de síntomas cerebrales tales como alteración en la marcha, coordinación
de movimientos o alteraciones en los reflejos.
En
cuanto al tratamiento hay que señalar que de momento es incurable, lo
cual provoca un paulatino aumento de los enfermos y un elevado coste
económico para hacer frente a los cuidados que éstos requieren.
Normalmente
se habla de tres fases en la enfermedad, aunque esta división es
demasiado ambigua, por lo que los profesionales que trabajan con
enfermos de Alzheimer suele emplear una división más exhaustiva que
distingue siete fases distintas. Dichas fases van desde los primeros
síntomas hasta el completo deterioro de la persona y su fallecimiento.
A
lo largo de todo el proceso de la enfermedad el individuo va
advirtiendo cómo disminuye su capacidad para afrontar la vida diaria.
Esto provoca frustración personal y estrés y repercute también en el
resto de la familia, sobre todo en el cuidador principal, que en la
mayoría de los casos es una mujer (ya sea la esposa, hija, nieta,
hermana, nuera...).
Cuando en una familia hay un enfermo de Alzheimer se
producen grandes cambios que afectan a todos sus miembros, ya que han
de reorganizarse para atender a esta persona. Por ello, es muy
importante que no descuiden sus propias necesidades, sobre todo en el
caso del cuidador principal. Que sufre las mayores consecuencias del
cuidado del enfermo a costa de: realizar un importante esfuerzo físico y
psíquico, responsabilizarse de la vida del enfermo, perder
paulatinamente la independencia, desatenderse a sí mismo, paralizar
durante algunos años su proyecto vital...
El cuidador puede verse atrapado en este rol, lo cual provoca consecuencias tanto de tipo físico como psicológico. Para paliar todo esto las asociaciones de familiares de enfermos procuran proporcionar apoyo de diversas formas (información, orientación, consejo profesional, grupos de autoayuda, grupos de ayuda mutua, programas de respiro familiar...) con el fin de mejorar la calidad de vida tanto del enfermo como de la familia. Así se evita o al menos se retrasa el ingreso del enfermo en un centro residencial, lo cual genera sentimientos de culpabilidad en el cuidador porque no siempre encuentra el lugar adecuado o no puede permitírselo económicamente.
Es evidente que el apoyo social es un elemento imprescindible para el cuidado de una persona con la Enfermedad de Alzheimer. Así se garantiza la cobertura de las necesidades psicológicas de estas personas que se encargan de su cuidado y que están sometidas a una importante carga de estrés. El apoyo social se orienta hacia cuatro objetivos:
El cuidador puede verse atrapado en este rol, lo cual provoca consecuencias tanto de tipo físico como psicológico. Para paliar todo esto las asociaciones de familiares de enfermos procuran proporcionar apoyo de diversas formas (información, orientación, consejo profesional, grupos de autoayuda, grupos de ayuda mutua, programas de respiro familiar...) con el fin de mejorar la calidad de vida tanto del enfermo como de la familia. Así se evita o al menos se retrasa el ingreso del enfermo en un centro residencial, lo cual genera sentimientos de culpabilidad en el cuidador porque no siempre encuentra el lugar adecuado o no puede permitírselo económicamente.
Es evidente que el apoyo social es un elemento imprescindible para el cuidado de una persona con la Enfermedad de Alzheimer. Así se garantiza la cobertura de las necesidades psicológicas de estas personas que se encargan de su cuidado y que están sometidas a una importante carga de estrés. El apoyo social se orienta hacia cuatro objetivos:
- Moderar los trastornos que se producen como consecuencia del cuidado diario de una persona con Alzheimer.
- Disminuir el estrés y aislamiento social que padecen los cuidadores.
- Proporcionar soporte material dado que los gastos se disparan y los recursos familiares disminuyen (muchas veces algún miembro de la familia debe dejar de trabajar para atender al enfermo).
- Ayudar a los cuidadores para que sigan realizando su importante labor.
- Disminuir el estrés y aislamiento social que padecen los cuidadores.
- Proporcionar soporte material dado que los gastos se disparan y los recursos familiares disminuyen (muchas veces algún miembro de la familia debe dejar de trabajar para atender al enfermo).
- Ayudar a los cuidadores para que sigan realizando su importante labor.
Este apoyo social llega muchas veces a través de grupos de ayuda mutua (sobre todo promovidos por las asociaciones de familiares), que consisten básicamente en un grupo de personas que comparten un problema y que se unen para mejorar su situación. En ellos se pone especial énfasis en la interacción entre los miembros y en la asunción individual de responsabilidades, a la vez que se fomentan valores para reforzar la identidad de los participantes.
La
forma más organizada de apoyo social son las asociaciones, que en los
últimos años han ido ganando en importancia, con lo cual la opinión
pública es cada vez más consciente de la presencia de la EA. Las
asociaciones de familiares se basan en que nadie va a orientar a un
familiar de un enfermo con Alzheimer mejor que otra persona que ya haya
pasado por esa experiencia. Por otro lado, el entrar en contacto con
otras familias que viven la misma situación suele ser una experiencia
muy positiva para los cuidadores.
Las
asociaciones de familiares de enfermos de Alzheimer surgieron en España
como plataforma para difundir en la sociedad la presencia de la
enfermedad, fomentar la investigación científica y lograr una mejor
calidad de vida para enfermos y cuidadores.
Sus objetivos son:
* Generales: Aprender a vivir lo mejor posible con un enfermo de Alzheimer y conseguir una atención integral del enfermo.
* Específicos:
- Informar y asesorar a las familias.
- Apoyarlos y ayudarlos para afrontar el impacto de la EA en la familia.
- Difundir la necesidad de un diagnóstico temprano y preciso.
- Promocionar la asistencia integral al enfermo.
- Estimular la investigación.
- Sensibilizar a la opinión pública y a las instituciones.
- Representar y defender los derechos de los enfermos y de sus familias.
Por
último, respecto a las prestaciones sociales con las que cuenta este
colectivo hay que destacar que apenas existen ayudas institucionales
para los enfermos de Alzheimer, que pueden acceder a ellas a través del
grado de minusvalía o por ser mayores de 65 años.
En
síntesis, la EA es un fuerte agente de cambio en la familia que
trastoca los roles familiares, las relaciones entre los miembros... En
el caso concreto de los niños y jóvenes a los que les toca vivir con la
enfermedad el impacto suele ser muy fuerte. Por un lado los más pequeños
suelen perder parte de la atención que les prestaban sus padres, pero
esta ausencia suele compensarse con la experiencia de ver a sus
progenitores cuidando cada día al abuelo o abuela con Alzheimer. Este es
un modo de adquirir un modelo de conducta positivo. Así, cuando surge
la enfermedad, lo mejor es explicarle al niño o niña en qué consiste
para que no se asusten ante posibles reacciones inesperadas del enfermo,
sus cambios de humor, sus olvidos, su confusión...
Para
que la familia supere con éxito la prueba de afrontar esta enfermedad
es preciso aumentar la comunicación dentro de la familia, sobre todo con
los más jóvenes.
Muchos
ancianos desarrollan trastornos depresivos con síntomas que pueden
confundirse con las manifestaciones de la demencia. Existen algunas
diferencias como, por ejemplo, la depresión usualmente tiene un comienzo
abrupto y los pacientes se quejan de una pérdida importante de la
memoria pero que al momento de evaluarse se encuentra que tal pérdida no
es significativa; por el contrario, quien tiene demencia incipiente
tiende a restarle importancia a su trastorno de memoria.
A continuación presentamos algunos criterios diferenciales entre la depresión y la demencia, según K. Maurer (1993):
- El paciente con depresión acostumbra a quejarse de su falta de atención, de su pérdida de memoria, etc., no obstante, cuando el médico realiza el estudio de los problemas encuentra que tales síntomas no corresponden a un verdadero déficit neurológico. Por el contrario, el paciente con demencia trivializa aquellos hechos en los cuales se descubre su pérdida progresiva de memoria.
- El anciano deprimido generalmente se encuentra con un humor (deprimido) estable; el anciano con demencia incipiente presenta inestabilidad emocional con oscilaciones frecuentes de humor.
- La depresión hace que la persona tenga sentimientos de culpa y miedo al fracaso; la demencia incipiente se caracteriza porque el anciano niega sus problemas, culpa a otros de éstos y usualmente confabula para demostrar su «inocencia» neurológica.
- El paciente deprimido pierde la confianza hacia otras personas y el paciente con demencia se torna exigente hacia los demás.
- El anciano deprimido es coherente en su humor «depresivo» mientras el anciano con demencia tiene delirios superficiales, muchos de ellos ridículos.
- La depresión aparece bruscamente y no dura más de 6 meses; la demencia se desarrolla lentamente y es constantemente progresiva.
- Quien tiene depresión mejora con el tratamiento antidepresivo, mientras que el paciente con demencia podría mejorar parcialmente sus síntomas deprimidos (si los tuviese) pero los trastornos cognitivos (dificultades para comparar, capacidad para resolver problemas de la vida diaria y tomar decisiones, etc.) no mejoran.
- El anciano con depresión tiene insomnio más que intranquilidad nocturna; el anciano con demencia tiene intranquilidad nocturna pronunciada.
- Generalmente quien tiene depresión tiene antecedentes familiares con dicha enfermedad. Usualmente, la persona con demencia tiene antecedentes familiares de demencia.
- El paciente deprimido que está en una situación difícil sabe cómo conseguir ayuda mientras que el paciente con demencia se notará desorientado, perdido y tendrá dificultades para buscar ayuda.
- El paciente con depresión acostumbra a quejarse de su falta de atención, de su pérdida de memoria, etc., no obstante, cuando el médico realiza el estudio de los problemas encuentra que tales síntomas no corresponden a un verdadero déficit neurológico. Por el contrario, el paciente con demencia trivializa aquellos hechos en los cuales se descubre su pérdida progresiva de memoria.
- El anciano deprimido generalmente se encuentra con un humor (deprimido) estable; el anciano con demencia incipiente presenta inestabilidad emocional con oscilaciones frecuentes de humor.
- La depresión hace que la persona tenga sentimientos de culpa y miedo al fracaso; la demencia incipiente se caracteriza porque el anciano niega sus problemas, culpa a otros de éstos y usualmente confabula para demostrar su «inocencia» neurológica.
- El paciente deprimido pierde la confianza hacia otras personas y el paciente con demencia se torna exigente hacia los demás.
- El anciano deprimido es coherente en su humor «depresivo» mientras el anciano con demencia tiene delirios superficiales, muchos de ellos ridículos.
- La depresión aparece bruscamente y no dura más de 6 meses; la demencia se desarrolla lentamente y es constantemente progresiva.
- Quien tiene depresión mejora con el tratamiento antidepresivo, mientras que el paciente con demencia podría mejorar parcialmente sus síntomas deprimidos (si los tuviese) pero los trastornos cognitivos (dificultades para comparar, capacidad para resolver problemas de la vida diaria y tomar decisiones, etc.) no mejoran.
- El anciano con depresión tiene insomnio más que intranquilidad nocturna; el anciano con demencia tiene intranquilidad nocturna pronunciada.
- Generalmente quien tiene depresión tiene antecedentes familiares con dicha enfermedad. Usualmente, la persona con demencia tiene antecedentes familiares de demencia.
- El paciente deprimido que está en una situación difícil sabe cómo conseguir ayuda mientras que el paciente con demencia se notará desorientado, perdido y tendrá dificultades para buscar ayuda.
Las características típicas de la
depresión en las personas mayores son ansiedad, afecto deprimido,
retardo psicomotriz y síntomas somáticos. Suele haber un grado variable
de alteración cognoscitiva y puede haber síntomas psicóticos:
- La ansiedad suele ser reportada hasta
en 15% de los mayores, lo cual corresponde a la prevalencia de
depresión en tal grupo de edad. Hay una elevada prevalencia de ansiedad
en los ancianos con depresión mayor que es menos pronunciada en el
joven.
- Las personas de edad tienden a no reportar las alteraciones del afecto por considerarlas parte del proceso de envejecimiento.
- El retardo psicomotor usualmente flagrante en el joven puede no ser tan obvio en alguien de mayor edad y es así que los marcadores cardinales de la depresión pueden quedar enmascarados.
- Los síntomas somáticos suelen ser prominentes en la depresión geriátrica. Los más comúnmente reportados son: Astenia (estado de cansancio, debilidad y agotamiento general, físico y psíquico, que se caracteriza por la falta de energía vital necesaria para la realización de las actividades diarias más habituales), cefalea, palpitaciones, dolor generalizado, mareo, disnea (sensación subjetiva de falta de aire o de dificultad respiratoria), trastornos funcionales digestivos.
- Las alteraciones cognoscitivas suelen ser más obvias en el anciano, en particular si hay deterioro asociado. La pseudodemencia depresiva debe ser cuidadosamente diferenciada de la demencia. El término pseudodemencia depresiva se refiere a una depresión que se presenta de forma similar a una demencia pero que remite con el tratamiento de la depresión.
- La ideación pesimista es común y puede alcanzar niveles paranoicos.
- Asimismo, la presencia de hipocondriasis es frecuente y las alucinaciones pueden observarse en casos grave (la hipocondriasis o hipocondría consiste en creer que los síntomas físicos reales o imaginarios son signos de una enfermedad grave, a pesar de la certeza médica de que no lo son).
- Las personas de edad tienden a no reportar las alteraciones del afecto por considerarlas parte del proceso de envejecimiento.
- El retardo psicomotor usualmente flagrante en el joven puede no ser tan obvio en alguien de mayor edad y es así que los marcadores cardinales de la depresión pueden quedar enmascarados.
- Los síntomas somáticos suelen ser prominentes en la depresión geriátrica. Los más comúnmente reportados son: Astenia (estado de cansancio, debilidad y agotamiento general, físico y psíquico, que se caracteriza por la falta de energía vital necesaria para la realización de las actividades diarias más habituales), cefalea, palpitaciones, dolor generalizado, mareo, disnea (sensación subjetiva de falta de aire o de dificultad respiratoria), trastornos funcionales digestivos.
- Las alteraciones cognoscitivas suelen ser más obvias en el anciano, en particular si hay deterioro asociado. La pseudodemencia depresiva debe ser cuidadosamente diferenciada de la demencia. El término pseudodemencia depresiva se refiere a una depresión que se presenta de forma similar a una demencia pero que remite con el tratamiento de la depresión.
- La ideación pesimista es común y puede alcanzar niveles paranoicos.
- Asimismo, la presencia de hipocondriasis es frecuente y las alucinaciones pueden observarse en casos grave (la hipocondriasis o hipocondría consiste en creer que los síntomas físicos reales o imaginarios son signos de una enfermedad grave, a pesar de la certeza médica de que no lo son).
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